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Actualizado: 22 de junio de 2025
Juan, al lado de Bertrán y Huberto, reclamos vivientes de sus sastres, parecía un hijo del pueblo, de ese pueblo que es carne y sangre de la nación, y se destacaba entre aquellos dos jóvenes incoloros pero selectos. De toda su persona, tallada vigorosamente, emanaba como una promesa de protección física o moral; su aspecto confortaba, y su fisonomía inspiraba confianza.
La señora Aubry tomó su brazo para pasar al comedor; el señor Aubry se colocó entre las dos jóvenes y se apoderó alegremente de un brazo de cada una de ellas, en tanto que Bertrán y Martholl, invitados ese día, seguían muy correctos. Estos jóvenes, al lado de Juan, ofrecían un visible contraste: delgados, pálidos, delicados, parecían no haber nacido para la lucha.
¡Esto no es posible, me hace una comedia! se decía ante los ojos risueños que la miraban; no se recibe de esa manera la noticia de la mala conducta de un novio. En otro rincón del salón, la señora Gardanne, de muy buena fe, ponía un celo no menos caritativo en instruir a su cuñada del encuentro que había hecho Bertrán en las carreras de Ascot.
Hay gentes que no pueden decidirse a volver a su casa; lo retienen a uno, y le impiden retirarse a hora razonable. Mientras la juventud conversaba así, de una manera general, el criado introducía sucesivamente a Max Platel y a Bertrán Gardanne. Cada uno de los que entraba era recibido con exclamaciones alegres.
Nada, Bertrán, dijo ella con voz apagada y sin apartar los ojos del muro opuesto en que fijos los tenía. Pero allí... una visión.... Me lo temía, dijo el célebre guerrero francés. Os debo una explicación, señores. Mi buena esposa está dotada de una facultad profética que se manifiesta en ella de tarde en tarde y le permite predecir determinados acontecimientos futuros.
¡Bertrán, Bertrán! llamó la vidente con dulce voz. Decidme, amada mía, qué me reserva la suerte. Un peligro grande te amenaza, Bertrán, en este mismo instante. ¡Bah! Un soldado está siempre en peligro, dijo el gran campeón francés con tranquila sonrisa. Pero tus enemigos se ocultan, se arrastran, te rodean en este momento. ¡Ah, Bertrán! ¡Guárdate!
Palabra del Dia
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