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Tristán, el de la cicatriz, debía haber hecho causa común con los sublevados. Los marineros y chinos no se preocuparon al principio de nosotros; pusieron las bombas y estuvieron bebiendo hasta hartarse. Pasado el primer momento de pánico, nos aprestamos a defendernos.

Algunas veces, este viaje, en el que resultaban más largos los descansos que las marchas, se veía perturbado por alguna pelea que hacía correr la sangre; pero nadie se escandalizaba, pues no es verosímil que una gente que va con armas y ha hecho viajes á través de los Andes pueda vivir en común durante varias semanas, bailando y bebiendo con mujeres, sin que los cuchillos se salgan solos de sus fundas.

17 Todavía estaba éste hablando, y vino otro que dijo: Los caldeos hicieron tres escuadrones, y dieron sobre los camellos, y los tomaron, e hirieron a los criados a filo de espada; y solamente escapé yo para traerte las nuevas. 18 Entre tanto que éste hablaba, vino otro que dijo: Tus hijos y tus hijas estaban comiendo y bebiendo vino en casa de su hermano el primogénito;

Entretanto, la enfermedad de Sally Oates lo había elevado al rango de un personaje muy interesante, muy importante en el vecindario, y el hecho de que había mejorado bebiendo la droga de Silas, se volvió un tema general de conversación.

El público se agolpaba junto al mostrador, y charlaba, comiendo y bebiendo. Los rostros melancólicos que se veían a veces no turbaban la alegría general: al contrario, son precisos con harta frecuencia para hacer más pintorescos el cuadro, sobre todo en lugares donde se representan dramas.

Pero los españoles vascongados y andaluces estuvimos bebiendo y cantando hasta muy entrada la noche. Atravesado el estrecho de la Sonda, nos quedaba poca distancia. Tardamos en toda la travesía cinco meses, y, como el viaje en este tiempo era para don Ciriaco un éxito, entramos en la bahía de Manila disparando cohetes.

Yo soy viejo ya, y tengo esperanza de no verte correr los temporales que sobre ti han de caer... Pero si Dios quisiera darme ese castigo, si algún día, por mis pecados, te viese correr a palo seco y bebiendo agua por las bordas... sentiré, hijo mío, no tener fuerzas ya para tirarte un cabo. La voz del anciano se había conmovido al pronunciar estas últimas palabras.

Perdió aquel refugio de sus horas desocupadas que eran muchas, y anduvo como alma en pena vagando de café en café hasta que al cabo de algunos años tropezó con don Santos Barinaga en el Restaurant y café de la Paz, donde todas las noches el enemigo implacable del Magistral se preparaba a mal morir bebiendo un cognac con honores de espíritu de vino. Entablaron amistad que llegó a ser íntima.

Yo no diré: alabado sea Dios, porque eso sería pecado; pero ya que el buen Dios lo ha decidido así, quiero por lo menos aprovechar y tratar de reparar la locura de Roberto. Mientras estabas en El Águila Negra, bebiendo tu vino tinto, me puse nuevamente en campaña, trabajé, tomé nuevas informaciones; ya no tiene más que elegir.

¿Preso entre los criminales? ¡Gracias, señor L'Ambert! ¡Eso sería la deshonra de mi familia! ¡Seguirás bebiendo, o no? ¡Ah, Dios mío! ¿cómo beber cuando no se tiene dinero? Todo lo he gastado ya, señor L'Ambert. Me he bebido los dos mil francos íntegros; me he bebido mi tonel y cuánto poseía, y no hay un alma en la tierra que ya quiera abrirme crédito. Me alegro, perillán; hacen todos muy bien.