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Actualizado: 9 de julio de 2025


Y con su exuberancia meridional, la abrazó y la levantó, apartando de su frente los bucles de la cabellera, que se había deshecho, acariciándola como á una niña enferma, bebiendo sus lágrimas con besos interminables. ¡No, no la abandonaría!... Es más: estaba dispuesto á defenderla de todos sus enemigos. El no sabía quiénes eran estos enemigos; pero si necesitaba un hombre, allí le tenía á él...

Sin duda que la vegetación de los márgenes, aspirando la humedad por sus raíces y bebiendo abundante vapor por sus hojas, es bastante más viva y alegre; las parras salvajes, los álamos blancos y el temblón con sus hojas de plata constantemente estremecidas, se levantan hacia el espacio altos, derechos, hinchadas de jugo sus fibras y lisa su corteza, rompiéndose por el impulso de la savia que se desborda.

Entre tanto, Hans y Cornelio se habían precipitado hacia los otros para obligarles a huir en las chalupas; pero aquellos desgraciados ni atendían a razones ni llegaban a comprender el tremendo peligro en que estaban. Uno solo, menos ebrio que los demás, se apresuró a ganar una de las chalupas; pero los demás siguieron jugando, bebiendo, cantando o durmiendo.

Marta miraba al italiano con curiosidad maliciosa. «¡Cosas del mundopensaba la alemana, que en el fondo, para sus puras soledades, era más escéptica que Sebastián. «¡Este aquí como si nada le importara, y el otro infeliz!...». Minghetti seguía mojando bizcochos y bebiendo Málaga. Acabó por fijarse en la mirada insistente y expresiva de Marta.

El pueblo, que está bebiendo ó bailando, le saluda y da la bienvenida con gritos descompasados y mucha algazara, diciendo: ¿Tata equice? Padre, ¿ya has venido? á que responde él con el título de Panitoques, esto es: «¿Hijos qué hacéis? ¿Estáis bebiendo ó comiendo?

Más valía para él fiarse al azar que a su propia resolución; más valía seguir sentado al festín, bebiendo el vino que le agradaba, aun con la espada suspendida sobre la cabeza y el terror en el corazón, antes que precipitarse en las tinieblas en que todo placer quedaría perdido para siempre.

Allí estaba toda la taifa picaresca, comiendo, bebiendo, cantando y entregándose á desahogos no muy honestos, cuando fué cercado el ventorrillo por gran número de alguaciles que llevaban á la cabeza nada menos que al Asistente de Sevilla, don Pedro Carrillo de Mendoza, conde de Priego.

¡Ah! no; ya lo verá usted; ahora está bebiendo un poco de ponche para calentarse. ¿, eh? ¡Magnífico! No se le olvide a usted aquel grito en aquel verso. No se me olvida, descuide usted; aturdiré el teatro. , un chillido sentido: como que ve usted al otro muerto. Conque salga como en el penúltimo ensayo, me contento. Alborota usted con ese grito. ¡A me estremeció usted, y soy el autor!...

Así descubria Paquita su corazon al buen Candido, en su gabinete, á presencia de Martin, el qual dixo: Ya llevo ganada, como vm. ve, la mitad de la apuesta. Habíase quedado fray Hilarion en la sala de comer, bebiendo un trago miéntras servian la comida.

Palabra del Dia

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