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Actualizado: 18 de noviembre de 2025
Débil é impotente en aquel banco de jardín, era más grande y respetable que Julio Desnoyers con toda su juventud y sus gallardías. Había servido en su vida para algo; había hecho lo que él no osaba hacer. Esta convicción de su inferioridad le hizo gemir como un niño abandonado: ¡Qué será de mí!...
Dudó un momento, como si temiese la burla de su amigo, y al fin dijo con resolución: Vamos a fundar un Banco apenas lleguemos a Buenos Aires... No se ría usted, Fernando; me lo esperaba. Es cosa seria. Martorell pone la idea y su experiencia de técnico. El señor Kasper, el padre de Nélida, pondrá el capital que se necesita para empezar; poca cosa, según el catalán, que entiende mucho de esto.
Que el aventurero estaba en comunicación secreta con Mabel lo probaba el hecho de que ciertos cheques firmados por ella habían pasado por sus manos para ir al Banco; sin embargo, aun cuando parezca muy extraño, aparentaba completa ignorancia al respecto y declaraba no saber dónde se encontraba.
Un grupo de oficiales de Infantería y Caballería ocupaba un banco entero, y el sol parecía concentrarse allí, atraído por el resplandor de los galones y estrellas de oro, por los pantalones rojo vivo, por el relampagueo de las vainas de sable y el hule reluciente del casco de los roses.
Y yo te perdono... ¿No acabas de oír lo que he dicho a mi hija?... No ignoro cuánto has sufrido en estos últimos tiempos... y hay además en la vida circunstancias en que la indulgencia se impone... Levántate... Siéntate a mi lado. Desconcertada, estupefacta, se sentó en el banco al lado del marido. Beatriz le dijo , te doy mi perdón... ¿Qué más deseas? Habla. ¡Deseo... que vivas, Dios mío!
Esto se contaba del célebre fabricante de sedas; pero aunque en ello entrase en gran parte la exagerada malevolencia de sus enemigos, lo cierto era que don Manuel, con el producto de sus doscientos telares siempre en actividad y los caritativos auxilios que prestaba desde el Banco de San Juan, iba formándose una fortuna, cuya cifra, por ser desconocida, rodeaba a su poseedor de cierto prestigio misterioso.
Don Juan hizo ademán de querer sentarse en un banco, y miró a Cristeta para que también lo hiciese; mas ella movió la cabeza negando, y aproximándose a la fuente, se apoyó de espalda en los sillares del pilón.
Kassim se levantaba al oir sus sollozos, y la hallaba en la cama, sin querer escucharlo. Hago, sin embargo, cuanto puedo por ti, decía él al fin, tristemente. Los sollozos subían con esto, y el joyero se reinstalaba lentamente en su banco. Estas cosas se repitieron, tanto que Kassim no se levantaba ya a consolarla. ¡Consolarla! ¿de qué?
Y les aseguro, caballeros, que nadie se quedó más sorprendido que yo, cuando al día siguiente recibí una carta del Banco confirmando la de él. Después depositó en el mismo Banco todos los años, el primero de enero, una suma igual, como un pequeño regalo, según él decía. ¿Entonces, usted no lo volvió a ver más después de esa noche en que consiguió al fin encontrarlo?
Y señalaba una gran fotografía con lujoso marco, que le representaba a él en traje de monte, mucho más joven, rodeado de varias niñas vestidas de blanco, y sentados todos en el centro de una pradera sobre un montón negruzco, a un extremo del cual se destacaban unos cuernos. Este banco obscuro e informe, de agudo dorso, era Coronel.
Palabra del Dia
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