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Pero inmediatamente sus ojos bajaron hasta el pecho de los dos jóvenes. Iguales á Martínez: la Legión de Honor, la Medalla Militar, la Cruz de Guerra con estrellas. La del antiguo revendedor de billetes hasta se mostraba cruzada por una palma de oro. ¡Ay!

, Capitán repuso Van-Horn : no podemos equivocarnos. Apresurémonos: me consume la impaciencia. Bajaron a la orilla del río y se fueron costeando el bosque, avanzando siempre con mil precauciones, pues no estaban seguros de que aquel sitio estuviera desierto.

De pronto en el llano se ven mil guerreros, Bandera Argentina se mira lucir, Y al pié resplandecen los fuertes aceros Que van sus valientes con gloria á esgrimir. «Salud, hombres libres, la patria os espera, «Guerreros antiguos y nuevos, saludGritóles, y todos al ver su bandera Bajaron sus lanzas diciendo: «SaludMejor se triunfa muriendo que matando.

Arturo aguardaba en el escenario, hablando con varios jóvenes y con Lubert, el director, a quien, en aquel instante, estaba recomendando a Judit. Cuando ésta apareció, avanzó él a su encuentro, a la vista de todos, y juntos bajaron por la escalera particular de los artistas.

Vamos, vamos cuando usted quiera, señorita; ya estoy lista. Ambas se pusieron las mantillas, y procurando no hacer ruido bajaron hasta el portal, abrieron con precaución la puerta, que aun se hallaba cerrada, y salieron a la calle, que atravesaron con los paraguas abiertos hasta llegar al soportal de enfrente.

24 mas las asechanzas de ellos fueron entendidas por Saulo. 25 Entonces los discípulos, tomándole de noche, le bajaron por el muro metido en una canasta. 26 Y cuando Saulo llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos; pero todos tenían miedo de él, no creyendo que era discípulo. 28 Y entraba y salía con ellos en Jerusalén;

Bajaron primero dos campesinos vascongados y un cura; luego, un hombre rubio, al parecer extranjero, y después saltó una muchacha morena, que ayudó a bajar a una señora gruesa, de pelo blanco. Pero Dios mío, ¿adónde nos llevan? exclamó ésta. Nadie le contestó. ¡Anchusa! ¡Luschía! Desenganchad los caballos gritó el Cura . Ahora, todos a la posada.

Eso tiene una explicación muy sencilla: consiste en que el conde de Ríos es más animal que él. Los redactores se miraron consternados, y sin decir otra palabra, bajaron la cabeza y continuaron escribiendo. Oyes, Perico le decía otra vez, me parece que esa levita es muy corta. Los compañeros se rieron porque estaba muy lejos de ser cierto. Es bastante larga contestó Mendoza un poco amostazado.

Pero aquí bajaron todos, y Sol misma, que se volvió pronto al carruaje, para acompañar a Ana, y animarla a tomar del breve almuerzo que los demás, sentados en torno de una mesa rústica, gustaban con vehemente apetito, sazonado por chistes que el piadoso Juan encabezaba y atraía, porque los oyese Ana desde su asiento en el coche, traído a este propósito cerca de la mesa.

Pero las provincias se vengaron, mandándole a Rosas, mucho y demasiado de la barbarie que a ellas les sobraba. Harto caro la han pagado los que decían: «la República Argentina acaba en el Arroyo del Medio». Ahora llega desde los Andes hasta el mar; la barbarie y la violencia bajaron a Buenos Aires más allá del nivel de las provincias.