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Actualizado: 8 de junio de 2025
Nuestro buen Lacante, un padre para mí, acaba de escapar, no sin trabajo, a un ataque de gota que por poco lo mata. Y este cuidado ha puesto en segundo término mis irritantes sospechas respecto de Luciana. Pero en cuanto ha desaparecido el peligro de Lacante, ha vuelto a empezar el asalto contra mi pobre alma, que no puede ya más en esta lucha solitaria con fantasmas.
Delante de la puerta de la habitación de Olga, la señora Hellinger tuvo un ataque de desesperación. Toque usted, doctor dijo con un sollozo. Yo no puedo. El anciano tocó. Nadie contestó. Tocó una vez más y puso el oído en el agujero de la cerradura. Siempre el mismo silencio.
Y siendo así, ¿cómo la ciencia revolucionaria que lanza sobre todas las cosas antiguas sus estúpidos desdenes, no había de lanzar también sobre los antepasados sus groseros desprecios?" Un principio de disolución de la familia es el ataque que se dirige por las escuelas revolucionarias a la propiedad.
Don Víctor se tranquilizó. «Estaba acostumbrado al ataque de su querida esposa; padecía la infeliz, pero no era nada». No pienses en ello, que ya sabes que es lo mejor. Sí, tienes razón; acércate, háblame, siéntate aquí. Don Víctor se sentó sobre la cama y depositó un beso paternal en la frente de su señora esposa. Ella le apretó la cabeza contra su pecho y derramó algunas lágrimas.
Lo presenté a cinco o seis jóvenes extremadamente ricas, se las traje en una bandeja, de modo que no tenía más que extender la mano. ¿Pero qué hizo? Supongo que todavía te acuerdas del ataque que tuve cuando, hace cuatro años, nos trajo a Marta, ¡a esa pobre y enfermiza criatura! Todos mis achaques vienen de allí. ¡Pero, Enriqueta!
Cervantes contestó á este ataque apasionado con la segunda parte de su novela, cuyo éxito hizo enmudecer á sus enemigos. La noble moderación que manifestó, así en ésta como en otras cuestiones, merece ser citada por modelo. La segunda parte del Don Quijote fué la última obra que Cervantes publicó; pero no por eso se agotó su inventiva.
Algún tiempo después, Poldo cayó enfermo de un grave ataque de fiebre y murió, pero, aun cuando es bastante extraño, le dejó, así lo aseguraba Blair, el paquete de cartas con el secreto.
Que tardó una hora larga en llegar; porque el señor don Santiago Núñez estaba con un ataque reumático hacía una semana, y, aunque ya se levantaba, no podía salir a la calle: gracias que arrastrando, arrastrando, lograba llegar desde el dormitorio a su despacho. La rodilla, la pícara rodilla derecha, que no acababa de jugar los goznes como la otra, tenía toda la culpa.
Aquélla le daba con un abanico aire, que el enfermo instintivamente trataba de recoger. Ofrecía ya en su fisonomía todos los signos de la muerte. D.ª Eloisa, al sentir el ruido de la puerta, volvió su rostro bañado de lágrimas, e hizo seña al sacerdote para que se aproximase. Hace un cuarto de hora que está en el ataque dijo con voz de falsete.
Reconocían la desigualdad de sus fuerzas al compararlas con el poder ofensivo de este último, pero habían recibido órdenes precisas de los gobernantes todos ellos de una ignorancia completa en las cosas del mar , y marchaban al ataque con el heroísmo sombrío del que sabe que va á morir inútilmente.
Palabra del Dia
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