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Actualizado: 8 de junio de 2025
Hombre de Dios dijo la infeliz mujer, dejando a un lado el trabajo, que aquel día no era pintura, sino costura , tú has comido, ¿verdad?... Buena la hemos hecho... Le miraba con más lástima que enojo, y con cierta tranquilidad relativa, como se miran los males ya muy añejos y conocidos. « Fuertecillo es el ataque... Corazón, ¡cómo estás hoy!
Cuando se hubieron sosegado un poco, vinieron hacia él y le examinaron curiosamente. ¿Pero cómo diablo te ha dado la ocurrencia de ponerte así? ¿Te ha visto tu padre? No: me he ido a vestir a casa de un amigo: tengo allí el traje... Pues si te ve, de fijo le da un ataque. ¿Y a qué asunto te has vestido hoy de chulo? ¡Toma! ¿no sabes que se abre la temporada?
Enfrente, mil turcos que avanzaban; a sus espaldas, la villa entregada al saqueo, sus familias sometidas al ultraje y a la violencia, que les llamaban con desesperación. Pero la duda fue corta. Un sargento de Sóller, heroico veterano de los ejércitos de Carlos V en las guerras de Alemania y el Gran Turco, los decide a todos por el ataque contra el enemigo inmediato.
D. Álvaro Montesinos yacía en la cama, más bien reclinado que extendido, con una pila de almohadas detrás de la espalda; yacía presa de un síncope o ataque de disnea, con los ojos cerrados y la boca entreabierta, sacudido de vez en cuando su mísero tórax por un hipo aciago. No había a su lado más que D.ª Eloisa y una criada.
«Estamos a 7 había dicho Milagros a la Pipaón, cruzando las manos y hecha una lástima , ¡y si para el día 10 no he podido reunir...! A mí me va a dar un ataque cerebral... Usted no sabe cómo está mi cabeza».
Más sabe el loco en su casa...» Don Álvaro no se apresuraba. «Esta vez estaba seguro». Pero no quería brusquer según pensaba él en francés un ataque. «La teoría del cuarto de hora era una teoría incompleta». Algo había de eso, pero en ciertos casos los cuartos de hora de una mujer sólo los encuentra un buen relojero. Pensaba dejar que pasara la Cuaresma.
Mientras los tres descansan en el emparrado, a la hora del crepúsculo, Juan, que con la cabeza oculta entre los pámpanos sueña en silencio como su hermano, siente de pronto una cosa redonda, que no acierta a definir, chocar contra su frente y caer al suelo. «Quizás sea una cochinilla» se dice; pero el ataque se repite por segunda y tercera vez.
También estaba en pie el picador, agitándose entre los brazos de los chulos, furioso contra el toro y queriendo evitar a viva fuerza, con ciega temeridad, y a pesar del aturdimiento de la caída, volver a montar y continuar el ataque. Fue imposible disuadirle; y volvió, en efecto, a montar sobre la pobre víctima, hundiéndole las espuelas en sus destrozados ijares.
Las mujeres de la casa que se agrupaban compungidas por la noche a rezar en alta voz, hacían la impresión de los sitiados que se preparan afanosamente a rechazar un ataque nocturno del enemigo.
Era, por más señas, de Maquileros, un vecino del Tarumbo. De manera que se trataba de un oso cebado en carne fresca y a qué quieres, boca. ¡Excelente ocasión la de nuestra visita para afinar el apetito de su merced! Enlazado naturalmente con esta conversación, vino el plan de ataque a la fiera en su misma guarida después de cerciorados nosotros de que estaba en ella.
Palabra del Dia
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