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Actualizado: 17 de mayo de 2025


Creyó encontrar cerrada la puerta del cuarto de Mariquita; pero cedió aquélla al primer impulso. La cama estaba vacía y toda la habitación en orden, como si nadie hubiese entrado. Igual soledad en la cocina. Atravesó a tientas la vasta pieza que servía de dormitorio a los trabajadores. ¡Ni un alma! Asomó luego la cabeza en el departamento de los lagares.

Tuvieron que golpear con fuerza antes de que Silas los oyera; sin embargo, cuando se asomó a la puerta no demostró ninguna impaciencia como hubiera hecho antes al recibir una visita que no era ni esperada ni solicitada. Antes su corazón era como un cofrecillo cerrado con llave y que contenía un tesoro; pero ahora el cofrecillo estaba vacío, y la cerradura rota.

De pronto advirtió con inquietud que Julio ya no estaba con ella. Al mismo tiempo se abría la puerta de la alcoba; asomó una cara pálida, que se puso a mirarla con triste asombro. Reconoció a Laura y dio un grito. Pero Laura, precipitándose, se abrazó a ella.

El giro que entonces toman estas conversaciones a posteriori decide la suerte de los enamorados. Don Juan sabía todo esto por propia experiencia, y veía con espanto que cuando Cristeta hacía alguna alusión a lo porvenir, sus palabras eran tan sinceras y acusaban un amor tan hondo, que era imposible descubrir en ellas asomo de cálculo ni sombra de interés.

Se le hablará dijo Maltrana con acento de resolución, sin el más leve asomo de risa . Se enterará de todo el buen rey, y escribirá la carta tan pronto como yo lo vea. Y como si temiese el contagio risueño de los ojos de Conchita, la cual fruncía los labios para conservar su gravedad, Isidro se despidió de doña Zobeida, repitiendo la promesa de presentarla al doctor después del almuerzo.

Clasificando estaba unas chapas de cobre, cuando asomó Pipa la cabeza dentro de la tienda. ¿Qué traes , pillete? le interrogó, mirándole por encima de las gafas. Esto contestó lacónicamente Pipa, depositando el género sobre una mesa. El mercader de estopas y de cobre lo miró un instante como para evaluarlo, y sacó del bolsillo, con mano torpe y perezosa, media peseta que dió al raquero.

Ella inclinó la cabeza con una sonrisa insignificante: le saludaba como a cualquier otro pasajero. Sus ojos se fijaron en los suyos tranquilamente, sin el más leve asomo de turbación, cual si no existiesen entre ambos otras relaciones que las ordinarias en la vida común de a bordo.

Y corriendo rápidamente la espada, dejando caer su pomo en el suelo, y bajo el seno poniéndose la dura punta, se arrojó sobre ella, y con tal rapidez y tal violencia, que a la otra parte asomó casi en el mismo punto un palmo de enrojecido acero. Gritó Cervantes, como por su dolor los condenados gritan.

Hasta los innumerables soles de la vía láctea dejaban caer como nunca su blanca luz sobre la húmeda llanura. Júpiter relampagueaba en el cielo como el dios de la noche, rompiendo la obscuridad con sus hermosos rayos anaranjados.. De pronto cambió la decoración. Allá hacia Levante el pálido semicírculo de la luna asomó su cuerno superior sobre las aguas dormidas.

Al cabo de diez minutos largos, la linda cabeza rubia de su esposa asomó por la puerta. ¿Qué me querías, pichón mío? preguntó, sin entrar, en tono distraído, que no encajaba bien con lo meloso de la pregunta. Entra... Son las once, y aún no me han curado el vejigatorio. Yo pensaba que esperarías a que el médico lo hiciese dijo avanzando con vacilación por la estancia.

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