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Actualizado: 17 de junio de 2025


Don Sabino el capellán... ¿Se puede hablar con él? articulé con trabajo, mirando a la monja que asomó la cabeza por la ventanita sin reja que había al lado de la puerta. La verdad es que no pensé hallarme con tan gentil portera. Era joven la monjita y tenía el rostro fresco y sonrosado, con ojos vivos y penetrantes. Su acento era marcadamente extranjero.

Es muy propio de vos exclamó Godfrey con acento amargo el hablar con tanta indiferencia de la venta de Relámpago, la última cosa que me sea lícito llamar mía, y el más lindo animal que he tenido en mi vida. Si tuvieseis un asomo de orgullo, os daría vergüenza ver vacías nuestras caballerizas y que todo el mundo se burle de ello.

«¡Y yo que me lo imaginaba a estas horas en la cárcel!... pensó . No habiendo sido aquí, será en Buenos Aires. La policía de allá debe estar mejor informadaLe produjo alguna sorpresa ver que «el hombre fúnebre» iniciaba un asomo de sonrisa y de saludo. «¡Ah, bellacoAhora le miraba como si quisiera hacerse amigo suyo.

Unos del esquadron priesa se daban, Porque no los hallase el dios del dia En los forzosos actos en que estaban. Y luego se asomó su señoria, Con una cara de tudesco roja, Por los balcones de la aurora fria. En parte gorda, en parte flaca y floja, Como quien teme el esperado trance, Donde verse vencido se le antoja.

Una lágrima asomó a sus ojos, que eran garzos, y corrió hasta mojar la sábana. Se acordó de que no había conocido a su madre. Tal vez de esta desgracia nacían sus mayores pecados. «Ni madre ni hijos». Esta costumbre de acariciar la sábana con la mejilla la había conservado desde la niñez. Una mujer seca, delgada, fría, ceremoniosa, la obligaba a acostarse todas las noches antes de tener sueño.

Pues ¿qué ha dicho? Ayer mismo me dijo: «Si yo faltara pronto me olvidaríais, hasta papá: el cariño no es tan mentira como el amor, pero también es un sentimiento terrenalFlora siguió hablando largo rato, don Gaspar la escuchó sin poder disimular la pena que se le asomó a los ojos, y luego murmuró tristemente: ¡Veremos!

Trascurrieron veinte minutos, y de repente, en la curva de la Moncloa, asomó la locomotora arrastrando con sus últimos esfuerzos el tren, que produjo al pasar sobre las placas giratorias un ruido estrepitoso de hierro golpeado contra hierro.

Al cabo de algún tiempo de dar vueltas y más vueltas sin saber por dónde andaba, con el cerebro encendido y el cuerpo convulso, al atravesar por uno de los parajes más recónditos del parque oyó detrás de un seto la voz y la risa de persona conocida. Asomó la cabeza por encima del follaje y pudo ver a sus amigos Cirilo y Visita sentados en un banco.

No le parecía ser el mismo. ¿No era algo por el estilo lo que creía sentir desde la tarde anterior? ¿No eran las mismas fibras las que vibraban entonces, allá en las orillas del Bernesga, y las que ahora se movían como una música plácida para el alma?». En los labios del Magistral asomó una sonrisa de amargura. «Aunque todo ello sea una ilusión, un sueño, ¿por qué no soñar?

Ella nos manda que lo que se ejecutó con las gentes de Efraim lo realicemos nosotros con los falsos conversos. Su Santidad, se entiende, lo permitirá, y médicos hay que saben cómo y con qué hacer con ellos y ellas este remedio; y sería un blando acabar, poco a poco. Habló así, con tono doctrinal y apacible, sin asomo de saña.

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