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Actualizado: 25 de mayo de 2025
La penitente se quedó muy gozosa, y el día que hizo la comunión se observó con una tranquilidad que nunca había tenido. La despedida de las monjas fue muy sentida. Fortunata se echó a llorar. Sus compañeras Belén y Felisa le dieron besos, regaláronle estampitas y medallas, asegurándole que rezarían por ella. Doña Manolita mostrose envidiosa y desconsolada.
»Notó Anselmo la remisión de Lotario, y formó dél quejas grandes, diciéndole que si él supiera que el casarse había de ser parte para no comunicalle como solía, que jamás lo hubiera hecho, y que si, por la buena correspondencia que los dos tenían mientras él fue soltero, habían alcanzado tan dulce nombre como el de ser llamados los dos amigos, que no permitiese, por querer hacer del circunspecto, sin otra ocasión alguna, que tan famoso y tan agradable nombre se perdiese; y que así, le suplicaba, si era lícito que tal término de hablar se usase entre ellos, que volviese a ser señor de su casa, y a entrar y salir en ella como de antes, asegurándole que su esposa Camila no tenía otro gusto ni otra voluntad que la que él quería que tuviese, y que, por haber sabido ella con cuántas veras los dos se amaban, estaba confusa de ver en él tanta esquiveza. »A todas estas y otras muchas razones que Anselmo dijo a Lotario para persuadille volviese como solía a su casa, respondió Lotario con tanta prudencia, discreción y aviso, que Anselmo quedó satisfecho de la buena intención de su amigo, y quedaron de concierto que dos días en la semana y las fiestas fuese Lotario a comer con él; y, aunque esto quedó así concertado entre los dos, propuso Lotario de no hacer más de aquello que viese que más convenía a la honra de su amigo, cuyo crédito estimaba en más que el suyo proprio.
EVARISTA. Porque no tengo poder para ello. PANTOJA. ¿Ni aun asegurándole que la reclusión de la niña tendrá carácter de prueba...? EVARISTA. Ni aun así. Está bien. Paciencia. No, señora... EVARISTA. ¿Yo cómo...? EVARISTA. Diciéndole... PANTOJA. Que venga inmediatamente con dos Hermanas... EVARISTA. ¿Por qué no le escribe usted? PANTOJA. Porque tengo que acudir a otra parte.
Le enseñé mis manos, desolladas a fuerza de aplaudir, asegurándole que el sacrificio de mi pellejo era un débil homenaje a su sobrenatural habilidad, comparable tan sólo con la del señor de Madureira. Su respuesta fue una gravedosa inclinación de cabeza, digna de la diosa Juno.
Genoveva no pudo contenerse; tiró las disciplinas muy lejos y se arrojó llorando a abrazar a su señorita, cubriéndola de caricias y pidiéndole, por la salvación de su alma, que no la obligase a hacer semejante atrocidad. María la consoló, asegurándole que le había dolido muy poco la flagelación.
El padre Mateu había conocido a Diógenes muy pequeñito, en el Colegio de Nobles, y enterado de que se hallaba moribundo en Zumárraga, pidió permiso al superior para ir a auxiliarle; negóselo este, temeroso de que en su edad avanzadísima le costara aquella obra de caridad la propia vida, mas el anciano instóle con tanto afán, suplicóle con tal ahínco, asegurándole con convicción tan profunda que Dios le había conservado ochenta y seis años sólo para aquello, que el superior no pudo menos de darle gusto.
Pero el alma humana es manantial inagotable de remedios para sus propios males, y la turbación de Rosalía curose con un raciocinio que en su mollera brotó muy oportunamente, el cual hubo de desenvolverse así: «Pago la mitad de la cuenta a Sobrino, asegurándole que la otra mitad será sin falta el mes que viene.
El doctor Ortiz llama aparte al maestro de posta y le interroga encarecidamente sobre lo que sabe acerca de los extraños avisos que han recibido, asegurándole no abusar de su confianza. ¡Qué pormenores va a oír!
No me causó vacilación aquel flujo de palabras, pero acabé por escucharlas. La afectuosa exasperación de Oliverio actuó como un calmante sobre mis nervios, espantosamente excitados y templó su tensión. Le pedí que me perdonara aquel arranque, efecto de mi estado de aturdimiento, asegurándole que en mis palabras no había ni asomos de desconfianza.
Y su orgullo era tan expansivo, que Morsamor, con tal de que él alcanzase y mereciese el triunfo, no se apesadumbraba, sino que se alegraba de que alguien pudiera alcanzarle al mismo tiempo que él, asegurándole así para la gente de su nación o de su casta.
Palabra del Dia
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