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Actualizado: 25 de mayo de 2025


Es el único recuerdo que conservo de mi madre, contesté yo, como era la verdad. ¿Y cómo se llamaba tu madre? Pascuala, le dije. ¡Oh inescrutables designios del cielo!, exclamó el Barón, arrancando de su pecho un hondo suspiro que se diría que le desahogaba. ¿Qué pasa? pregunté yo imaginando que el Barón iba a desmayarse.

Ahora la tierra estaba en la obscuridad, y sobre el telón azul del horizonte, acribillado de luz, se imaginó ver el crecimiento de una inmensa aparición: una mujer de grave hermosura, coronada de estrellas y con una túnica negra de bordados igualmente siderales, que abría sus brazos gigantescos, arrancando de los jardines del infinito las flores del ensueño, para derramarlas como una lluvia de pétalos fosforescentes sobre el mundo dormido.

Parecíale que la muda barraca se burlaba da él; y abandonando su escondrijo, se arrojó contra la puerta, golpeándola á culatazos. Las maderas se estremecieron con este martilleo loco. Quería saciar su rabia en la vivienda, ya que no podía hacer añicos al dueño, y tan pronto aporreaba la puerta como daba de culatazos á las paredes, arrancando enormes yesones.

Con la tranquilidad que comunica la pureza de la intención, fué recogiendo toda la moneda depositada en el fondo del bote. La contó: ocho pesos y cuarenta centavos. Luego buscó en su cinto un lápiz corto y romo, arrancando también un pedazo de papel de un diario viejo de Salta. La redacción del documento fué empresa larga y difícil.

¡Canalla!, ¡vil canalla!, ¡cobardes, miserables!... Si no me sujetasen, os iría arrancando la lengua uno a uno... Habéis herido a mi hija... ¿No sabíais que era mi hija, pillos? ¡Aquí demostraréis vuestro valor! ¿Por qué no vais a Navarra a combatir con los hombres armados, y atacáis ahora a los indefensos?... ¡Porque sois unos cobardes..., una chusma indecente, que se debe esparcir a latigazos!... Si hubiese entre vosotros alguna persona digna de medirse conmigo, que salga para que le escupa en la cara... ¡Déjenme ustedes, déjenme ustedes, por Dios, matar a alguno de estos granujas que han herido a mi hija! ¡Déjenme ustedes, señores; por Dios, me dejen ustedes!...

Un minuto después se veía a mismo en figura semejante a la de D. Teodoro Golfín, poniendo ojos nuevos en órbitas viejas, claveteando piernas rotas y arrancando criaturas a la muerte, mediante copiosas tomas de mosquitos guisados un lunes con palos de mimbre cogidos por una doncella.

En Chuquiago Sucedió en estos tiempos tan gozosos, Un estraño prodigio y gran estrago. Por cima de unos cerros barrancosos, Arrancando del todo un grande lago, Un terremoto súbito lo avienta, Y en otro lugar nuevo lo aposenta.

Tu suerte se mudará, replicó el animal de la estrella: verdad es que toda la vida serás tuerto; pero, como no sea eso, vivirás bastante feliz, con tal que nunca hagas el desatinado propósito de ser completamente cuerdo. ¿Con que eso es cosa que no es posible conseguir? replicó Memnon arrancando un sollozo.

El sol llegaba a los pies de Quintanar arrancando chispas de los abalorios y cinta dorada de las babuchas semi-turcas. El carpintero silbaba, el tordo, el mejor tordo de la provincia, que Quintanar llevaba de habitación en habitación, silbaba también colgada de un alambre su jaula. Ana contempló en silencio a su marido. «¡Era su padre! ¡Le quería como a su padre!

Empieza estudiando detenidamente al hombre en su doble naturaleza física y moral, internándose con paso firme en el campo de la Antropología. Su talento esencialmente analítico va arrancando a la materia las secretas leyes por que se rige, y más tarde al espíritu los vagos y complejos impulsos que le animan.

Palabra del Dia

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