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Parecía de cristal azulado: una estatua fundida con pasta de espejo de Venecia, que iba á romperse apenas tocase el fondo. Caminaba como un dios de la profundidad, arrancando plantas, persiguiendo con sus manos los relámpagos de bermellón y oro que se ocultaban en las grietas de las peñas. Transcurrían minutos enteros; se iba á quedar para siempre abajo; no subiría.

El Padre Marban recorrió en seguida todas las poblaciones, arrancando de los Camacois y Tiaraukis todos los ídolos, para quemarlos publicamente. Encontróse entónces un caliz sustraido tiempos atras á los Franciscanos, y del que por el momento se servian los hechiceros.

El hijo mayor hacía continuos viajes á Valencia con la espuerta al hombro, trayendo estiércol y escombros, que colocaba en dos montones, como columnas de honor, á la entrada de la barraca. Los tres pequeñuelos, graves y laboriosos, como si comprendiesen la grave situación de la familia, iban á gatas tras los cavadores, arrancando de los terrones las duras raíces de los arbustos quemados.

Arrellanóse en los almohadones de raído paño azul del coche y sin conceder siquiera una mirada al primer aliento de París, que comenzaba ya a ensordecer y atronar sus oídos, arrancando de la gran plaza irregular de la Bastilla, en que desembocan cuatro boulevards y diez calles, púsose a pasar revista con gran cuidado a los papeles contenidos en una bolsa de viaje, cuya correa le cruzaba el pecho de derecha a izquierda.

Wolsey se venga entonces de las humillaciones que ha sufrido antes de su Reina, arrancando con sarcasmos á la princesa María de los brazos de su madre; la Reina se dirige entonces á Ana, pidiéndole su intercesión: pero ésta se vuelve y la deja con mal disimulada alegría, y sólo Margarita no abandona á la desgraciada. Acto tercero.

¡Paloma mía! En la chimenea de la casa lujosa sólo quedaban cenizas; la llama de la lámpara palideció ofuscada por la luz del día, que comenzó a juguetear con las cosas, arrancando reflejos al oro de los marcos, a los cristales de los espejos, a los nácares de los mueblecillos maqueados y a los flecos de seda.

Y esta mujer, o si se quiere este hermosísimo aunque terrible fantasma de mi mente, se interponía entre ella y lo infinito en que su raíz estriba, y no me dejaba llegar hasta él, reteniéndome cautivo y arrancando a mi espíritu las alas con que anhelaba volar tan alto y el ímpetu vigoroso con que pensaba sumirse en el abismo del ser y hacerse superior a todo lo creado y contingente al penetrar en dicho abismo.

Las arpas y violines daban al ambiente un temblor patético y servían de fondo á las conversaciones, como los vagos murmullos de una orquesta oculta realzan en el teatro la salmodia de los versos melancólicos, arrancando lágrimas. Comieron con el apetito nervioso que proporciona la alegría.

Al pié de la ciudad, arrancando desde la orilla izquierda, trepa el cordon de sólidas murallas y torreones antiguos, como un enorme brazo que Friburgo extiende desde sus alturas para cerrar la puerta á todo escalamiento.

Al entrar en la colosal ciudad, es decir, al llegar al embarcadero de London-Bridge el tren que nos conducia, pasó por en medio de otros cinco que en diferentes direcciones marchaban, todos con grande número de coches, henchidos de gente. Tan portentosa actividad, tan grande número de líneas férreas arrancando de un solo punto, dan una excelente idea del movimiento industrial del pueblo ingles.