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Actualizado: 2 de octubre de 2025
Aceptado, y basta de charla, dijo Tristán adelantando el pie izquierdo, echando hacia atrás el cuerpo y abriendo y cerrando las enormes manos. El arquero, aunque de estatura mucho menor, tenía músculos de acero y era luchador experto. Acercóse con cauto paso á su adversario, que le miraba con ceño, erizada la roja cabellera y pronto á asirle entre sus garras.
Hay más de un millar dentro de la fortaleza y sobre las murallas. En aquel grupo con antorchas están descuartizando á un arquero. Allí arrojan á otro desde el muro. Por las abiertas puertas entran ahora muchos con grandes haces de leña y ramaje.... Justo, para pegar fuego al castillo. ¡Quién me diera ahora mi Guardia Blanca! Pero ¿dónde está Gualtero? Ha sido asesinado, señor.
Lo que siento es haber dado mi bolsa á un mendigo allá en el bosque.... Perdonad, señor, dijo Roger; todavía quedan en ella algunas monedas. Pues dádselas á la madre del arquero, ordenó el noble, poniendo al trote su caballo, mientras Roger depositaba dos ducados en la mano de la vieja, que olvidando su cólera invocó las bendiciones del cielo sobre el barón, Tristán y sus compañeros.
Gran esfuerzo costó á Roger separarse de aquellos dos buenos amigos, sobre todo inclinado como estaba á la vida de viajes y aventuras que tanto le atraía, no por los alicientes que en ella pudieran hallar hombres como el arquero y su recluta, sino por el vasto campo que ofrecía á su vivo deseo de aprender, de ver el mundo y de aprovechar prácticamente los variados conocimientos, oficios y artes adquiridos en el convento de Belmonte.
Vió al mocetón brutal y membrudo con la espada de la guerra, al arquero de sonrisa repugnante con las flechas de la peste, al avaro calvo con las balanzas del hambre, el cadáver galopante con la hoz de la muerte. Los reconoció como las únicas divinidades familiares y terribles que hacían sentir su presencia al hombre. Todo lo demás resultaba un ensueño. Los cuatro jinetes eran la realidad...
Y vosotros, mes enfants, tened presente el consejo de un arquero veterano y que sabe su oficio: al tender el arco, la mano derecha pegada al cuerpo, para tirar de la cuerda no sólo con la fuerza del brazo, sino con ayuda del costado y muslo derechos.
Roger había suspendido la pintura de la famosa muestra y contemplaba admirado aquel tipo del guerrero de la época tan nuevo para él, y que en corto espacio habíase mostrado duro y violento, galante, generoso, sonriente y apacible por fin, seguro de su fuerza y satisfecho de sí mismo. En aquel momento acertó á mirarle el arquero y vió la sorpresa y la curiosidad retratadas en el rostro del joven.
Pero antes no estará de más correr este cerrojo, que estamos en casa extraña. Acuéstate y duerme. Con esto se tendió el arquero en su jergón y á los dos minutos dormía profundamente. Imitóle Roger, pensó que serían ya cerca de las tres de la mañana y dormitando se hallaba cuando le pareció que alguien empujaba y hacía crujir la puerta del cuarto, procurando en vano abrirla.
¿Qué es eso, Simón? preguntó el señor de Morel. ¿Qué atropello ha cometido el arquero? Si ha ofendido á esa mujer ó apoderádose de su hacienda, juro dejarlo colgado en la plaza del pueblo, aunque sea el mejor soldado de mi compañía. No, señor barón, contestó el veterano esforzándose por contener la risa.
Pues á fe que si cruzas el mar los verás más numerosos que abejas en la colmena. Hoy no podrías disparar una flecha en las calles de Burdeos sin ensartar arquero, paje, caballero ó escudero de uno ú otro bando. Y no de los que estilamos por aquí, con justillo y manto, sino con cota de malla ó coraza.
Palabra del Dia
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