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Actualizado: 14 de julio de 2025


En los primeros tiempos, Baltasar, embriagado por el aroma del cigarro, se mostró asiduo, olvidó su habitual reserva y obró como si no temiese la opinión del mundo ni de su familia. Es cierto que en el barrio apartado donde Amparo moraba no era fácil que le viesen las gentes de su trato; no obstante, alguna vez tropezó con conocidos, en ocasión de ir acompañando a la muchacha.

Amar sin saber á quién se funda en la más felicísima invención, que es dado inspirar á la musa cómica, exhalándose en toda ella tan romántico aroma, que no puede menos de arrebatar á cuantos sean capaces de sentir los encantos de la poesía. Don Fernando y Don Pedro se desafían en las inmediaciones de Toledo, cayendo el último.

Mirando tristemente el ramo que le había dado al salir de Madrid, imaginaba que a veces el amor tiene igual destino que las flores: se cortan con mimo, se les quitan las espinas con cuidado, se agrupan con arte, se aspira su aroma con delicia, se conservan artificialmente unas cuantas horas, y luego quien las deseó con vehemencia, las tira con desprecio.

Pues mía es». Luego me llamó, y tomando entre sus manos mi cabeza, me dijo dulcemente: «Muñeca: desde ahora yo soy tu padre; ¡yo soy tu papá!» «Papá le llamo desde entonces; desde entonces me llama «muñeca». Algunas veces me dice «Linilla», como mis padres me decían. Angelina había terminado el ramillete, un ramillete de violetas, y me le acercó para que aspirara yo el suave aroma de las flores.

En verano, cuando penetraba por la ventana abierta el aroma de los pinos y de las acacias y se veía sobre la mesa un vaso con flores, diríase que, en efecto, era aquello una casa de campo. Adornaban las paredes tres cuadros que Pomerantzev había llevado, así como un gran retrato de su hijo, muerto de difteria hacía mucho tiempo; todo esto daba a la habitación un aspecto muy agradable.

La travesura de pilluelo vicioso que distinguía a Ana le sirvió para olfatear la horrible timidez, el pánico extraño que afligía a aquel hombre tan pródigo de requiebros, tan aficionado al aroma del amor, y tan incapaz, por carácter, de gustarlo, como los soñadores que contemplan la luna de descolgarla del firmamento. ¡Pobre Borrén!

Su carne, de azulinas transparencias, tenía la melancólica palidez de los tísicos, y hacía pensar, con pena, en la llegada de esos días grises en que caen las hojas de los árboles. Tenía un aroma vago y casi religioso: olía a cera y a flores de mortaja. Inició un fugitivo arpegio sentimental en el cordaje de nuestros nervios, en constante hiperestesia por el arte y por la vida.

Si en la existencia de los que corrieron al martirio había algo ridículo o absurdo, ella no lo notaba, dispuesta y preparada por Tirso a percibir sólo el aroma de las virtudes que aquellas narraciones exhalaban.

Sintió el olor de una rosa muy grande que Ana oprimía contra los labios de su buen amigo, de su hermano mayor; la música de las palabras se mezclaba con el aroma de la flor en mística composición.... «Ay, , amor, y buen amor era todo aquello.... Era un enamorado; el amor no era todo lascivia, era también aquella pena del desengaño, aquella soledad repentina, aquel dolor dulce y amargo, todo junto, capaz de redimir la culpa más grave.

El sol iluminaba el césped de los jardinillos, abrillantado por la humedad y oscurecido a trechos por las sombras de las acacias, cuyo aroma embalsamaba el aire.

Palabra del Dia

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