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Actualizado: 14 de julio de 2025


Llevaban coronas de cebollas, ajos, puerros y otras hortalizas de aroma desagradable y violento; dos lechuzas, varios muciérlagos y otros avechuchos temerosos y repulsivos, a fin de arrojar las coronas sobre el autor y soltar sobre la sala las nocturnas aves, en la coyuntura propicia. Los estudiantes habían determinado que lo más divertido era fingir grandes extremos de entusiasmo.

Levantó la cabeza y exhaló un largo suspiro. ¡Oh, qué delicioso aroma! Octavio se apresuró á hundir también el rostro en la flor que la dama aún tenía cogida. ¡Delicioso! ¡delicioso! ¡Es tan penetrante... tan embriagador!... Siempre fuí apasionada de este aroma. Yo lo seré de aquí en adelante. La condesa soltó la rama é inclinó la cabeza sonriendo afablemente.

En torno de la fuente se veían muchas macetas con flores y hierbas olorosas, y alrededor arriates con bojes, que formaban bolas y pirámides, y rosales de enredadera, jazmines y naranjos, que revestían el muro y trepaban por cima de los balcones del piso principal, tejiendo una capa o manto de flores, frutos y verdura, y embalsamando el ambiente, ya con el olor del azahar, ya con el más leve aroma de jazmines y de mosquetas.

Su naturaleza rústica y perezosa fue despertando, y al cabo se rindió. Se rindió, aturdida por aquella huida de la casa paterna, conmovida por las súplicas y los halagos tiernos del joven cortesano, embriagada por el aroma fresco del heno y el vaho espeso y caliente que subía del establo por los agujeros abiertos sobre el pesebre.

Fue oliéndolas una por una, pasándoles los dedos por las hojas sin atreverse a cortarlas; dábale mucha lástima pensar cómo se quedaría la mata, huérfana de su flor. A aquella hora apenas olían las rosas: era más bien un aroma general de humedad y frescura, que se elevaba del césped de las plantas, y del conjunto de árboles vecinos.

Figúrense el cuadro: el viejo temblaba, y empinábase; las niñas vestidas de azul, agarradas a la silla de éste, detrás de él Mamette, jadeante, con los brazos tiesos, y dominando todo esto un leve aroma de bergamota que despedían grandes pilas de ropa blanca amarillenta amontonada en el armario abierto. Era encantador.

, metal terrible, compras la sublime Concepcion de Murillo, pero no la pintas; compras el Quijote, pero no lo escribes; compras el pensamiento de Santa Teresa, pero no lo creas, ni lo juzgas. Compras la chispa eléctrica, pero no sientes su calor divino; compras la flor sencilla y perfumada; pero no sientes su divino aroma. ¡Gime, tirano de mi siglo, gime!

Mis ecos se han confundido Con la música lejana, Que se alza cada mañana Del seno de la creacion; Y entre el canto de las aves, Y el aroma de las flores, Del valle de los dolores Han subido á otra mansion.

Las palabras saldrían de su boca indiferentes o medrosas, y él, que debía escucharlas como ministro de Dios, se embriagaría con ellas, aspirando el grato aroma del fruto prohibido.

De repente, y al desembocar de un pequeño cañón que formaban dos colinas, el pueblecillo se apareció a nuestra vista, como una faja de rojas estrellas en medio de la obscuridad, y el viento de invierno pareció suavizarse para traernos en sus alas el vago aroma de los huertos, el rumor de las gentes y el simpático ladrido de los perros, ladrido que siempre escucha el caminante durante la noche con intensa alegría.

Palabra del Dia

godella

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