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Actualizado: 30 de junio de 2025
El apuntador concentraba toda su vida en los ojos, é inclinado sobre la pieza la movía, buscando la parte sensible de aquel cuerpo gris y prolongado que asomaba á flor de agua lo mismo que un cetáceo. De pronto, una nube de astillas voló cerca de la proa del vapor. Un proyectil enemigo acababa de chocar con el borde de los techos que cubrían la cocina y los ranchos de la tripulación.
En una loa de este poeta, por ejemplo, el director Roque de Figueroa pasa revista á todos los individuos de su compañía, caracterizando en particular á cada uno; á la conclusión se presentan también el apuntador, el sastre, el recaudador y los mozos del teatro, saliendo, por último, hasta los cofres y vestuarios de toda la compañía para hacer al público su respetuoso saludo.
No contestó el tenor por lo pronto, lo cual desconcertó al buen aficionado, principalmente por lo que pensarían sus amigos; mas ¡oh gloria inmortal, oh momento inolvidable!, al lado de Mochi, frente a la cáscara del apuntador, había una mujer, una señora, con capota de terciopelo, debajo de la cual asomaban olas de cabello castaño claro y fino; y aquella mujer, aquella señora que había notado el saludo de Reyes, tocó familiarmente con una mano enguantada en un hombro del tenor, y le debió de decir: En aquel palco te han saludado.
Así, el apuntador, el electricista, el maestro carpintero, el individuo encargado de mover el telón, animados de los mejores deseos, también le aconsejan, aumentando con ello la selva de sus terribles inquietudes. Y, al fin, llega la noche del estreno; noche dramática, cruel, desgarradora; noche injusta, en la que el éxito es para todos, y el fracaso para el autor únicamente.
Introdujeron el primer proyectil en la recámara, mientras el apuntador se esforzaba por distinguir aquel pequeño bastón negro perdido en las ondulaciones del agua. El buque volvió á sufrir otro choque tan rudo como el anterior. Todo él gimió con un estremecimiento agónico. Las planchas temblaban, perdiendo la cohesión que hacía de ellas una sola pieza.
Cuando el padre, comandante de los voluntarios republicanos, dijo adiós al hijo confiándole la bandera, en unos versos que terminan así: Lleva la palma en la mano Mientras la patria en ofrenda Te da este sudario en prenda... y corriendo hacia la concha del apuntador y mudando la voz llorona en un vocejón estentóreo, gritó cerrando de puños: ¡Viva el pueblo soberano!
Lo anterior éralo visible, pues aun cuando el teatro de Legaspi no tenía bambalinas, ni tetares, ni bastidores, ni telones de boca, ni de no boca, ni escapes laterales, ni gazapera para el apuntador, no faltaban sus intriguillas interioras, que si bien no las tapaban los lienzos de los telones ni las sombras de las bambalinas, las ocultaban las paredes de las casas en que se vestían á las señoras.
El golpe era atrevido y la imposición resultaba manifiesta; preciso era suponer que nadie osaría oponerse a un plan propuesto en su propia casa por dama tan respetable... El silencio era profundo y hubiérase podido oír el inquieto pestañear de Butrón y de Pulido, pegados a sus agujeros; los resoplidos que costaba al tío Frasquito mantenerse tieso en su incómoda postura, y los amagos de risa de Diógenes, que, metido en la concha del apuntador, frente al telón y de espaldas a la concurrencia, ocultábase a todos, oyendo a unos y otros, y maquinando, sin duda, algún plan endiablado que le hacía reírse a sus solas.
Palabra del Dia
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