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Actualizado: 6 de mayo de 2025


La señora de Aymaret movió graciosamente la cabeza sin responder. Me gustaría añadió el marqués con seriedad , recibir una esposa de su mano. Es muy delicado eso... Jamás me atreveré a arrostrar semejante responsabilidad... nunca osaría designarle una persona... aun cuando su nombre estuviera para caerse de mis labios. ¿Qué quiere usted decir con eso? Nada. ¿Piensa usted en alguien? En nadie.

-No yo lo que me parece -respondió Sancho-, por no ser tan leído como vuestra merced en las escrituras andantes; pero, con todo eso, osaría afirmar y jurar que estas visiones que por aquí andan, que no son del todo católicas.

18 Porque no osaría hablar alguna cosa que el Cristo no haya hecho por , para la obediencia de los gentiles, con la palabra y con las obras, 21 sino, como está escrito: A los que no fue anunciado de él, verán; y los que no oyeron, entenderán. 22 Por lo cual aun he sido impedido muchas veces de venir a vosotros.

En el fondo de su alma despreciaba a los vetustenses. «Era aquello un montón de basura». Pero muy buen abono, por lo mismo, él lo empleaba en su huerto; todo aquel cieno que revolvía, le daba hermosos y abundantes frutos. La Regenta se le presentaba ahora como un tesoro descubierto en su propia heredad. Era suyo, bien suyo; ¿quién osaría disputárselo?

Los inmediatos cañaverales se estremecían agitados por la carrera medrosa de los hombrecillos. Gillespie iba á tenderse otra vez en la arena, convencido de que nadie osaría ya atacarle, cuando sintió que algo se agitaba debajo de uno de sus pies.

Ya no osaría decir: «¿Cómo va, mi capitán?» a aquellos señores que, recordando su pasado de probidad y obediencia, le estrechaban la mano como si fuese un igual, preguntándole por la familia. ¿Cómo iba a contestarles que un hijo suyo, el único, estaba en la cárcel por ladrón?... Aquel miserable le hacía abandonar el mundo de los buenos, le arrebataba para siempre el orgullo de una virtud que era su único lujo. ¡A los catorce años en la cárcel, y llevaba su apellido, que tantas veces había alcanzado elogios por servicios a la sociedad!...

Allí se quedaban los dos como dueños de todo. Con otros huéspedes no osaría tales confianzas. Pero el señor de Maltrana podía hacer lo que gustase y disponer de su biblioteca: todas las puertas quedaban abiertas. Si necesitaba clavar algo en el arreglo de la casa, allí tenía un poco de todo, en el cajón de los chismes.

Este, que se había acostumbrado a mirar desde su provincia el título de miembro de la Academia Francesa, no solamente como una especie de consagración de la gloria de un hombre, sino de una familia, como un sacramento de la fama legítima y contra la cual la posteridad no osaría protestar jamás, estaban en extremo satisfecho.

Nadie osaría poner en duda entre los convidados la inmensa superioridad de las señoritas de Corneta en cuanto a brillo aristocrático y gracia protectora. Sobre todo permaneciendo calladas tales cualidades adquirían maravilloso relieve.

Si alguno de los presentes, fuera de aquel salón venerable, se atrevía a calumniar a aquel santo, no se sabía, no se quería saber, pero en casa del gran Constantino nadie osaría poner en tela de juicio la santidad del Crisóstomo vetustense. Por poco tiempo consiguieron verse solos Ana y don Fermín. Fue en el gabinete de doña Petronila.

Palabra del Dia

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