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Actualizado: 30 de junio de 2025
Al concluir el drama, aclamaciones y ovaciones levantaban humo. Apolonio, frente a la concha del apuntador, recibía el homenaje de la multitud, henchido de vanagloria, pero indiferente en el gesto. Cayeron a sus pies varias coronas de cebollas, ajos y puerros, adornadas con cintas de colorines.
Siempre que tenía que presentarse en escena un personaje, lo llamaba el apuntador, á cuya llamada se ponía en pie esperando que le avisaran para entrar en su primer verso. Una de las cosas que más me llamó la atención fué que todos los actores declamaban accionando con un bastón, cuyo adminículo lo sustituían las actrices por el abanico.
Este grito de alarma lo dá el apuntador, el traspunte, el racionista, que, distraídamente, se detuvo á mirar por el agujerillo del telón de boca, cualquiera... Tratándose de esto, ningún «hombre de teatro» se equivoca. Si le preguntásemos al que lo dice el «por qué» de su afirmación, probable sería que no supiese contestarnos.
No hay que pensar, pues, dado ese molde convencional y estrecho, en esa animación y soltura de movimientos, que, en toda obra poética, ha de impulsar la intención de su autor, antojándosenos que éste, á cada momento, á manera de apuntador, ha de sugerir á cada uno de sus personajes las palabras que debe pronunciar.
Se trataba de representar una comedia y ni había cómicos y no cómicos así como se quiera, sino cómicos que habían de resistir ocho ó diez noches seguidas de función, ni había teatro, ni atrezzo, ni autores, ni obra, ni apuntador, ni nada absolutamente de cuanto hace falta para el más modesto templo de Talía, pero esto para nada preocupa la imaginación del indio que formula un deseo, siendo verdaderamente asombrosa la facilidad con que crea, remedia, adiciona ó remienda cualquier proyecto.
En una de las escenas en que el rey Mahometo le dice á la princesa Rogeria que ya está al tanto de cuanto ocurre y que si cree que él se mama el dedo está equivocada, Rogeria que sin duda no tiene ganas de broma le contesta que eso de mamarse el dedo se lo cuente á su abuela, y para dar mayor fuerza al argumento llama á sus ejércitos y se provee de daga y espada; en esto el apuntador toca un pito, la música lo hace del Himno de Riego, entran en plaza precipitadamente ejércitos moros y cristianos, y se arma una de polvo y de latigazos que da gozo.
Penetrad por la primera página, salid por la última después de haber recorrido esta inmensa galería, y tengo por cierto que haréis justicia, sin necesidad de apuntador, al ingenio, la fuerza de expresión y la gracia con que el arte del dibujo ha hermoseado estas pobres letras.
Al mismo tiempo que decía esto el Cojuelo, el apuntador de la Compañía sacó de un alforja los de una comedia de Claramonte , que había acabado de copiar en Adamuz el tiempo que estuvieron allí, diciendo al Autor: Aquí será razón que se repartan estos papeles, entretanto que se adereza la comida y parece el Güésped.
Una vez todos listos empezó el ensayo. En las comedias bicoles no hay necesidad de lecturas, pases ni copias de papeles: el actor se coloca cerca del apuntador y repite cuanto oye sin variar de tono, parándose á cada final de verso. Con este sistema, claro está que para nada hacen falta los papeles; bien es verdad, que en esta clase de espectáculos, lo que menos significa es la parte literaria.
Sancta Sanctorum! interrumpió un apuntador que había sido seminarista. Bueno; sanctorum omnium.
Palabra del Dia
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