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Actualizado: 4 de junio de 2025
Era el beso-suspiro de la germánica sentimental paseando entre los tilos, a la caída de la tarde, apoyada en el brazo de un estudiante y con un ramo de florecillas azules sobre el pecho; un beso de abajo a arriba, caricia suplicante de hembra dulzona en la que el amor se presenta acompañado de la humildad y que antes de besar desploma su cabeza como signo de servidumbre en el hombro de su dueño.
Y sobre esto último pensó mucho Cristeta, porque el teatro y el arte que ella se había fingido leyendo dramas y comedias en la trastienda del estanco o apoyada de codos en el mostrador, no eran el arte y el teatro que la realidad le presentaba. Soñó con una vida toda poesía y encanto, y tropezó con una existencia llena de vulgaridad y desilusión.
Podría contestar valiéndome de infinidad de libros aceptados, autorizados, mas, prefiero entresacar la respuesta de una Memoria premiada recientemente por la Academia de Ciencias de París y por lo tanto apoyada en su gran autoridad.
Eran la señorita Margarita, apoyada en el brazo del señor de Bevallan, la señorita Helouin y la señora Aubry seguidas de Alain y Mervyn. El ruido que hacían al aproximarse, había sido apagado por el ruido de las cascadas; sólo estaban á dos pasos de mí, no tuve tiempo para retirarme, fué preciso que me resignara al desagrado de verme sorprendido en mi actitud de pensador melancólico.
Entretanto, Cecilia tocaba al piano unas melodías tristes y melancólicas; pero estaba sola, pues yo había visto a lo lejos a Enrique paseando por una de las alamedas del parque, y, cuando volví al salón, continuaba sola, sentada en un gran sillón, con la frente apoyada en una mano y en los ojos una mirada febril. Se levantó vivamente y se acercó a mí con la sonrisa en los labios.
Lorenzo escuchaba el diálogo de Melchor y Ricardo mientras observaba el campo con la cabeza apoyada en la mano derecha, y al escuchar las últimas palabras de Melchor se volvió hacia éste, diciéndole: ¡Pareces un apóstol en pleno paganismo! Bien puede haber de las dos cosas replicó Melchor, y más que fecundo me resultaría este viaje si él me hubiera de servir para convertir a ustedes.
Era el primer saludo sonriente que recibía Elena después de la muerte de Pirovani. Adivinó en este hombre al único admirador que le quedaba, y esto le pareció tan cómico que casi la hizo reir. En adelante sólo podría contar con el enamoramiento de un gaucho medio bandido. Quedó pensativa, con la frente apoyada en los cristales, mirando la avenida solitaria.
En cuanto al presente, usted es tratada aquí, diga lo que quiera, como una amiga, y en el porvenir, no veo nada que impida que también salga de esta casa apoyada en el brazo de un esposo feliz. Por mi parte, estaré toda mi vida reconocido á su afección; pero quiero decirle otra vez más, para acabar con este asunto: tengo deberes sagrados que llenar, y no quiero, ni puedo casarme.
La condesa se volvió sorprendida, apoyada en el tiento, y hasta llegó a inmutarse algo; mas reponiéndose al punto, dijo con mucho cariño: ¿Pues no le he de querer, hija?... Si es mi primo... tu tío... La niña movió la cabecita haciendo un mohín de duda. ¡Sí! dijo . Yo también quiero al primo Bautista y al primo Carlos... Pero más que a ti y a Paquito, no..., no..., no...!
Para ello a menudo necesitaba despertar a su joven esposa, que después de las comidas gozaba en sentarse sobre sus rodillas y quedar un momento traspuesta con la cabeza apoyada en su hombro. Crueldad estúpida de la cual no se daba bien cuenta.
Palabra del Dia
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