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Actualizado: 4 de junio de 2025


Maud le salía al encuentro fingiéndose distraída; le esperaba al paso, apoyada en la borda, contemplando el mar en la actitud de una actriz que se ve espiada por la máquina fotográfica, y era bastante una sonrisa, un movimiento de ojos, una leve tos, para que Fernando volviese a juntarse con ella.

Yo, que había apreciado ya el encanto de aquella mirada vagando por uno y otro lado de la sala, viví en un segundo, al sentirla directamente apoyada en , el más adorable sueño de amor que haya tenido nunca. Fué aquello muy rápido: los ojos huyeron, pero dos o tres veces, en mi largo minuto de insistencia, tornaron fugazmente a .

Acabo de hacerte la mitad de mi confesión, querida madre y súbitamente la joven se ruborizó, aquí está la otra: amo a Juan. La señora Aubry levantó suavemente la cara de su hija, apoyada siempre en su pecho, y mirándola, con tono grave le dijo: ¿Amas a Juan? ¿Estás bien segura? No vayas a equivocarte esta vez. ¡Sufriría tanto ése!...

Pero al fijar su mirada en la de Febrer y encontrarse con su rostro pálido, crispado por la emoción, ella palideció también. Era otro hombre: veía un don Jaime que nunca había conocido. Instintivamente, a impulsos del miedo, dio un paso atrás. Quedó como a la defensiva, apoyada en el delgado tronco de un arbolillo que se elevaba junto a la senda, con sus menudas hojas casi sueltas por el otoño.

Nada, nada. Sagrario fijó en su tío los ojos, agrandados por la contemplación profunda del cielo. ¿Y Dios? preguntó con voz dulce . ¿Dónde está Dios? Gabriel púsose de pie. Su figura, apoyada en el balaustre de la galería recortábase negra y vigorosa sobre el espacio estrellado. Dios somos nosotros y todo lo que nos rodea.

Cuando llegaron á él, siguiendo á los tres perros, que retrocedían sin dejar de mostrarles sus colmillos y ladrando furiosos, vieron á los dos cordilleranos todavía á caballo, y á Piola, con su carabina apoyada en el pecho, pronto á hacer fuego. Don Carlos se dirigió á él como si fuese el jefe. ¿Dónde está mi hija? preguntó impetuosamente.

Dominado este por la actitud de su hermana y por el cariño que le tenía, se contuvo. Echado de bruces sobre la mesa, la barba apoyada en el arco que con sus brazos hacía, a Isidora contemplaba en silencio con la seriedad y atención hosca de uno de esos perrazos que muerden a todo el mundo menos a su amo. El bullicio de la sala llegaba ya al delirio.

Y Leonora, siempre con los ojos en la luna, la nuca apoyada en sus brazos, que escapaban nacarados, fuertes y redondos de las caídas mangas, hablaba lentamente, evocando sus recuerdos, viendo pasar ante su imaginación la escena de intensa poesía, la glorificación y el triunfo de la Naturaleza y el amor.

Empujó violentamente las dos hojas de la ventana, y arrodillándose de repente junto a ella, sacó afuera, como a que el aire se la humedeciese, la cabeza; y la tuvo apoyada algún tiempo sobre el marco, sin que le molestase aquella almohada de madera. ¡No puede ser! ¡no puede ser! dijo levantándose de pronto : Juan va a quererla. Lo conozco cada vez que la mira.

La Iglesia es así, pensaba De Pas, con la cabeza apoyada en las manos y los codos sobre la mesa, olvidado ya del Papa infalible; la Iglesia proclama la humildad y es humilde como ser abstracto, colectivo, en la jerarquía, para contener la impaciencia de la ambición que espera desde abajo.

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