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Actualizado: 4 de junio de 2025


Estas simples palabras fueron pronunciadas en una inflexión de voz tan suave, que llenaron de esperanza a Huberto. Se alejó bruscamente, no queriendo comprometer la dulzura de aquel adiós. María Teresa, apoyada contra uno de los pilares de piedra de la verja, siguió con la vista al joven que se alejaba. Largo tiempo lo vio sobre el camino desierto.

La mayor parte del público no pudo ocultar su regocijo al ver que se abría la puerta de la habitación donde estaba instalada la mesa. Muchos corrieron, atropellando á los demás, para entrar los primeros. La Titonius, apoyada en un brazo del ingeniero, le miraba de muy cerca con ojos de pasión.

Y el tío Manolillo se paseaba iracundo, terrible, á lo largo de la estancia, con ese paso igual, sostenido, terrible del león enjaulado. Dorotea tenía una mano apoyada en la mesa, en la otra mano apoyada la barba y la mirada fija, profundamente fija, en la pera que tenía el lazo rojo y negro. Hubo un momento en que se estremeció de pies á cabeza y cerró los ojos.

Si lo supiera, comprendería cuán arriesgada es mi posición y qué grande es el peligro que me amenaza. Estaba de pie, inmóvil como una estatua, su mano apoyada en un ángulo del escritorio y sus ojos fijos en el alegre fuego. Si el peligro es tan grande y verdadero, creo que debo saberlo. ¡Estar prevenido es estar preparado! le observé decisivamente.

También Villamelón había visto algo; sentado de espaldas al escenario, en el fondo del palco, apoyada la pensadora cabeza en el débil tabiquillo y fijos los ojos en el techo, recibía de lleno el formidable soplo de aquel feísimo Eolo que, por detrás del carro de Febo, parece lanzar pulmonías y catarros sobre las calvas, vistas en proyección, de los melómanos faltos de pelo.

Ya ve usted cómo la cosa ha pasado sin mayores inconvenientes y que la señora no me ha maltratado mucho. Es que sabía que estaba usted sólidamente apoyada por retaguardia respondió el pintor riéndose . Yo estoy obligado a guardarle más consideraciones, eso lo sabe ella muy bien, y temo que la tempestad que no ha hecho más que asomar para usted, estalle sobre .

Volviose a su habitación y quiso escribir a Antonia; pero no pudiendo coordinar sus ideas, arrojó la pluma, y con la frente apoyada sobre el borde de la mesa, quedó inmóvil y sin conciencia de mismo hasta que vino a sacarle de su marasmo la voz de José, diciéndole que le aguardaba el doctor. Sin despegar los labios se levantó Amaury y siguió al criado.

Hindenburg, que estaba limpiando un vaso, quedó con las manos inmóviles, sin sacar la servilleta de la cavidad de cristal. Ferragut fué á sentarse junto á una mesa vacía, con la espalda apoyada en la pared. Un criado, el único del establecimiento, acudió para enterarse de lo que deseaba, el señor. Era un andaluz pequeño y vivaracho, que sus andanzas habían traído á Barcelona.

Era ventajoso, porque su izquierda estaba apoyada sobre el rio caudaloso de Coata; su derecha cubierta de una laguna, y por la espalda no permitia sino un estrecho paso la península que forman las aguas, en cuya entrada se colocaron 25 hombres de á caballo para mayor seguridad de la mulada y ganado que estaban como encerradas en su recinto.

Sentado a los pies de la narradora, con la cabeza apoyada en sus rodillas, pasaba admirablemente las horas embebecido y suspenso.

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