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Actualizado: 4 de junio de 2025
En eso... un grito... una caída... Gertrudis se ha desplomado, y con la frente apoyada en la pared solloza desesperadamente. Los dos hermanos se levantan. Martín le toma la cabeza entre las manos y murmura palabras entrecortadas y confusas; pero ella solloza cada vez con más violencia.
Las señoras rodearon á la novia, oculta bajo un largo velo y la felicitaron con ardor. La señorita Guichard, apoyada en la chimenea, con el empaque de una reina, recibía los cumplimientos de la parte masculina de la reunión. Era la tal una mujer alta y delgada, de cara amarillenta á la que formaban cuadro unos cabellos de un negro azabache.
Yacía sola y abandonada, a la puesta de sol, en medio de las caídas columnas de un templo en ruinas, en actitud graciosa aunque melancólica, mientras que su marido se alejaba rápidamente, con una mujer de rojo cabello, pavoneándose a su lado en un lujoso carruaje tirado por un magnífico tronco. Apoyada sobre la maleta que acababa de llenar, compuso el plan del lúgubre poema de su desgracia.
Por la boca del río cruzaban algunas lanchas pescadoras; del lado del convento, en una elevación, se alzaba una capilla; delante, una gran cruz, apoyada en una base piramidal de mampostería blanqueada; detrás había un recinto cubierto de cruces pintadas de negro. Este era el campo santo.
Muchos obreros guardaban el recuerdo de una anciana con el pelo blanco peinado en bandos, de anticuada distinción, que paseaba en los días serenos por cerca de la ría, apoyada en sus dos hijas, quejándose de las lluvias frecuentes de aquel país, de la atmósfera cargada de carbón y polvo de hierro, pensando en el sol de Levante, en los campos siempre verdes, en los naranjales caldeados por un viento ardoroso.
La hora era bastante avanzada para justificar la precaución que tomé de permanecer oculto en la espesura de un bosque y observar aquellos nocturnos rondadores. Pasaron lentamente delante de mí: reconocí á la señorita Helouin apoyada en el brazo del señor de Bevallan.
¡Ah! ¡le pareció que iba a volverse loco! Dejó caer la cabeza y permaneció algunos instantes con ella apoyada entre las manos, como para persuadirse a sí mismo de que no era una ilusión, de que Judit vivía aún, y de que ella era la que acababa de ver.
"Hoy, cuando él vino, se había puesto en una postura romántica, el codo en la rodilla y la cara apoyada en el dorso de la mano. Julio la comparó con "El Pensador" de Rodin. Ella se quedó callada. "¿Una pena de amor? "Peor que eso, Julio. Me ha pedido Lorenzo en matrimonio, y Zoraida no sabe qué contestar. "Lorenzo... Lorenzo... Julio quería recordar. Había oído ese nombre varias veces en la casa.
Para empresa tan colosal no bastan las fuerzas del más hábil tribuno. ¡Qué efecto había de causar ante las Cortes, apoyada por un ignorante ridículo, que cree que es lo mismo sumar columnas de guarismos qué hablar ante la representación del país! Responda por nosotros la sesión de ayer.
El pulso estaba firme; creía tener la cabeza de don Víctor apoyada en la boca de su pistola; suavemente oprimió el gatillo frío y... creyó que se le había escapado el tiro. «No, no había sido él quien había disparado, había sido la corazonada». Ello era que don Víctor Quintanar se arrastraba sobre la hierba cubierta de escarcha, y mordía la tierra.
Palabra del Dia
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