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El cacique de Caracato, impulsado de su fidelidad, manifestó la órden que habia recibido del indio, Coronel Sanca, para alistar la gente de su pueblo y cortar las citadas Balsas de Juliaca y Suches, cuyo cumplimiento se encargaba bajo graves penas en nombre del Inca, Rey y Señor del Perú; de que receló Orellana que el pensamiento del rebelde no era otro que dejarle cortado, y atacar la villa de Puno y Chucuito, para poder pasar mas libremente por Pacajes á la ciudad de la Paz razon porque adelantó su marcha hasta las cercanias de Coata, campando en las orillas del rio.

Era ventajoso, porque su izquierda estaba apoyada sobre el rio caudaloso de Coata; su derecha cubierta de una laguna, y por la espalda no permitia sino un estrecho paso la península que forman las aguas, en cuya entrada se colocaron 25 hombres de á caballo para mayor seguridad de la mulada y ganado que estaban como encerradas en su recinto.

Aunque se logró rechazar á los rebeldes en Puno, la confianza que fundaron en la inutilidad con que se dirigian contra aquella villa los indios de los pueblos por donde transitaron, ocasionó gravísimas desgracias. En el pueblo de Coata exterminaron el propio dia á todos los españoles y mestizos que pudieron haber á las manos, y lo propio aconteció en el de Capachica.

A fin de evitarlo se puso en movimiento, deseoso de atraerlos á un encuentro si intentaban oponerse, y se acercó al pueblo de Coata, donde podia hallar el número de balzas que fuese necesario para pasar sus tropas: y haciendo inclinar parte de ellas al parage por donde bajaban los indios, retrocedieron á la eminencia, desde donde el caudillo que los gobernaba preguntó la razon porque se conducia preso al cacique Pacoricona, siendo inocente: y seguidamente intimó se le pusiese en libertad, y se le entregase la persona de Orellana, porque de lo contrario experimentarian irremediablemente su ruina.