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Entre los papeles que se le encontraron, habia algunos autos originales y en testimonio, de lo que habia librado el traidor Tupac-Amaru, dirigidos á apresurar el alistamiento que necesitaba, en que prevenia se castigase á los párrocos y demas eclesiásticos que se opusiesen á sus órdenes: y se halló tambien una carta de un alcalde, que citaba al justicia mayor de la provincia de Azangaro, puesto por el rebelde, para que reunidos en la estancia de Chingora, con Andres Ingaricona, comisionado asimismo para juntar los indios de los pueblos de Achaya, Nicasio y Calapuja, todos incorporados con el mencionado Nicolas Sanca, acometiesen al cuerpo de tropas de Orellana, al tiempo de pasar el rio de Juliaca: novedad que le hizo retroceder inmediatamente en busca del resto de sus tropas que encontró habian ya pasado el rio; y cuidadoso de aquella reunion, se propuso estorbarla á toda costa.

Las lanzas, sables y palos, divididos por mitad á los costados, sostenidos por la poca caballeria que le habia quedado, y mandando dar un cuarto de conversion por mitad á derecha é izquierda, acometió á un tiempo á los indios de Ingaricona y Sanca, que se sostuvieron por algun rato con teson, peleando valerosamente, hasta que los de Sanca cedieron, despues de haber perdido algunos hombres, y emprendieron una fuga precipitada, arrojándose á un estero profundo, donde se ahogaron algunos, y los demas siguieron la retirada con el mayor desórden, hasta ampararse de las montañas inmediatas.

Siguió la marcha á pié como cinco leguas, porque no pudo pasar las mulas y caballos, y de esta conformidad alcanzó un trozo de 52 rebeldes á las 6 de la mañana, á quienes intimó le entregasen al cruel Nicolas Sanca, que con título de Coronel de Tupac-Amaru, ocasionaba aquellos alborotos: pero ellos contestaron con oprobios, llamándoles alzados y rebeldes, y seguidamente acometieron furiosos: atrevimiento que pagaron, quedando muertos todos los que le emprendieron.

El cacique de Caracato, impulsado de su fidelidad, manifestó la órden que habia recibido del indio, Coronel Sanca, para alistar la gente de su pueblo y cortar las citadas Balsas de Juliaca y Suches, cuyo cumplimiento se encargaba bajo graves penas en nombre del Inca, Rey y Señor del Perú; de que receló Orellana que el pensamiento del rebelde no era otro que dejarle cortado, y atacar la villa de Puno y Chucuito, para poder pasar mas libremente por Pacajes á la ciudad de la Paz razon porque adelantó su marcha hasta las cercanias de Coata, campando en las orillas del rio.

Reconocieron los comandantes de los rebeldes, Ingaricona y Sanca, tan ventajosa situacion, y se suscitó entre ellos la disputa sobre si convendria ó no emprender el ataque: resistíalo el segundo contra los deseos y esfuerzos del primero, que queria obstinadamente se acometiese, considerando el poco número que se le oponia, que aun creyeron menor de lo que realmente era, por haber mandado á la infanteria se sentase para esperar el momento del combate: disposicion que certificó al enemigo en su opinion, y se persuadió que los bultos que se divisaban eran las cargas de equipaje, colocadas de aquel modo para que sirviesen de resguardo al impulso de las piedras de sus hondas.

Formaban un semi-círculo, cuyo costado derecho gobernaba Ingaricona, el izquierdo Sanca, y el centro el cacique de Carabaya, que terminó la disputa á favor del primero: pero los que venian á las órdenes de Sanca entraban tibios y con grande repugnancia en el combate; efectos sin duda, de la oposicion que habia manifestado su capitan.

Los indios tuvieron muchos heridos, 30 muertos, con pérdida de algunas cargas de poca consideracion, y sin embargo que no fué grande la ventaja que lograron los nuestros este dia, aprovecharon los contrarios la oscuridad de la noche para ir en busca del Coronel Sanca, que despues de haber abandonado y entregado á las llamas el pueblo de Lampa, vino á acampar con su gente á unos cerros eminentes, que distaban solo legua y media del campo de Orellana.