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Actualizado: 25 de mayo de 2025
El cacique de Caracato, impulsado de su fidelidad, manifestó la órden que habia recibido del indio, Coronel Sanca, para alistar la gente de su pueblo y cortar las citadas Balsas de Juliaca y Suches, cuyo cumplimiento se encargaba bajo graves penas en nombre del Inca, Rey y Señor del Perú; de que receló Orellana que el pensamiento del rebelde no era otro que dejarle cortado, y atacar la villa de Puno y Chucuito, para poder pasar mas libremente por Pacajes á la ciudad de la Paz razon porque adelantó su marcha hasta las cercanias de Coata, campando en las orillas del rio.
Desde luego determinó dirigirse á sorprenderlo, y siguió, sus marchas hasta el rio de Juliaca, que mandó vadear por toda la caballeria, con ánimo de atacar á los rebeldes improvisamente; pero lo suspendió, por haberle avisado el cura de Taraco, que los indios estaban pasando el rio de Saman, que distaba seis leguas.
Confirmábanse de dia en dia las noticias, de que un ejército de los rebeldes, compuesto de 18,000 indios y engrosado por varias partidas de Atuncolla, Vilque y Totorani, se hallaba ya en el pueblo de Juliaca, distante solo nueve leguas de Puno, á las órdenes del mestizo teniente general, nombrado por el rebelde, Ramon Ponce, y los coroneles, Pedro Bargas y Andres Ingaricona, quienes dejaban derramada por todas partes la sangre española, sin distincion de sexos ni edades, pues á cuantos animaba alguna parte de ellas eran víctimas de su crueldad y furor.
Con esta noticia juzgó inutil y arriesgado seguir su empeño, y determinó retroceder hasta las Balzas de Juliaca, para atender no solo á los insultos que se intentasen contra su provincia, sino tambien para mantener en la fidelidad á los indios de aquel pueblo, y á los de Caracoto, Cabana y otros, que se mantenian, aun por el Rey.
Pasó Orellana el rio con estas noticias, con intencion de cortar á los que se hubiesen dirigido por Juliaca; pero no encontró ninguno que se lo opusiese, antes bien, los indios del pueblo de Guaca y sus inmediaciones, escarmentados ó temerosos por la funcion antecedente, se presentaron pidiendo con humildad el perdon é indulto general de sus vidas y haciendan, que se les concedió desde luego, sin inferirles perjuicio alguno, y continuando sus marchas hasta Puno, entró felizmente en esta villa, despues de haberse mantenido en la campaña doce dias, y desde luego se repitieron á la Soberana Emperatriz de los cielos solemnes gracias, por la cuidadosa proteccion que se dignó dispensar á las armas de S.M., como que se reconocia por primera causa de aquellas felicidades.
Se iba ya acercando el ejército á las inmediaciones de la villa de Puno, y para tener noticias positivas de su situacion, determinó el Comandante General despachar un propio á D. Joaquin Antonio de Orellana, que mandaba en ella, y entre otras prevenciones, le decia, iba á toda diligencia á socorrerle con fuerzas poderosas, y que le adelantase las noticias del estado en que se hallaba el pueblo de Juliaca.
Con este aviso se dirigió á el con 24 fusileros y 60 lanceros: pero cuando llegó ya habian pasado precipitadamente con la noticia que adquirieron de que estaba en Juliaca.
Durante la marcha tuvo vehementes indicios de la infidelidad del cacique Pacoricona que le seguia, á quien hizo prender y conducir asegurado, y despues de haber hecho alto en las cercanias de Chingora, advirtió que por la cumbre de las montañas se descubrian los indios divididos en dos trozos, y que el uno marchaba hacia las Balzas de Juliaca; de que infirió intentaban apoderarse de ellas para cortarle la retirada.
Por las espaldas de la iglesia de San Juan, acometieron con igual ó mayor empeño, pero los contuvo D. Martin Cea con su piquete de fusileros, y la caballeria de Calacoto y Juliaca, reforzada con los honderos de estos mismos pueblos que Orellana habia mandado apostar en aquel puesto desde los principios del ataque.
Palabra del Dia
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