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Actualizado: 14 de mayo de 2025
D. Francisco Seguí, se dijo: Que siendo un principio legal que es mejor ocurrir en tiempo, que no, despues de recibir la herida, buscar remedio, debemos aplicarle al presente caso en que nos amenazan peligros bastantes inminentes, atendida la notoria conmocion popular por el conocimiento de haber llegado el caso de reasumir sus derechos primitivos: en cuya virtud, para evitarlos, juzga de forzosa necesidad quede depositada la autoridad interinamente en el Exmo.
No quedó bien curada por haberla quizá descuidado o por no haberse atrevido el médico a aplicarle ciertos remedios un poco crueles. Quedóle un catarro pulmonar que la debilitó bastante. Por consejo del médico fué a Panticosa en compañía de Raimundo, quedando Aurelia en casa de unos parientes. Se repuso un poco, pero fué para recaer pocos días después de llegar a Madrid.
Chacón, su pobre esposo, cogía el cielo con las manos, y aun llegó á aplicarle el eficaz cauterio de unos cuantos palos, que no produjeron otro efecto que recrudecer la feroz impertinencia de aquel enemigo. Al mismo tiempo la fortuna del matrimonio tocaba á su término, y el desventurado marido temblaba al considerar qué sería en lo porvenir de su pobre hija, entonces de cinco años de edad.
Hiciéronsele, pues, dos nubes en los ojos que creciendo poco á poco le privaron totalmente del uso de ellos; y por más que la caridad de los Padres se fatigó en aplicarle remedio, no pudo aprovecharle de nada.
Entre tanto, o de veras o fingiéndolo, había enfermado su hermana menor, y el boticario, que con permiso del médico visitaba también y tenía bastantes igualas, era quien asistía a la enfermita, y tenía que visitarla dos veces al día o por lo menos de diario. Don Policarpo no se daba por entendido de la verdadera enfermedad y distaba mucho de querer aplicarle el conveniente remedio.
Noté que se estremeció un poco al verme entrar en su alcoba; pero yo la tranquilicé con una sonrisa, y me acerqué a besar su casta frente. Todo lo tenía yo hábilmente preparado, y fué cuestión de medio segundo aplicarle el cloroformo y adormecerla. Una vez logrado esto, pude proseguir mi tarea con toda calma.
A los seis ó siete meses, enteramente olvidada de que habia escapado á la muerte, tentó una segunda escursion con el mismo fin, y habiéndola hecho espiar Pacha por todas la direcciones con la órden terminante de aplicarle las terrible pena decretada por él, fué prendida cuatro dias despues, y ni sus lágrimas, ni su desesperacion pudieron enternecer á sus aprehensores, que la hicieron pasar incontinenti por el horrendo suplicio de ser enterrada viva.
Existe cierta lógica en esperar a que el individuo acuse su personalidad para luego aplicarle la denominación correspondiente; porque si el individuo es tímido como un conejo casero, resulta paradógico ponerle el nombre de Napoleón.
Si se les pregunta la razon de este procedimiento, aunque no enuncien el axioma en términos precisos, se refieren á él de diferentes maneras. «Estas dos mesas son iguales porque las hemos medido, y las dos tienen cuatro piés de largo.» Probablemente la generalidad de los hombres que no estan acostumbrados á reflexionar sobre sus conocimientos, y por tanto no separan fácilmente lo general de lo particular, no acertarian á expresar el principio en términos universales y precisos, diciendo: «estas dos mesas son iguales porque tienen una comun medida; y las cosas iguales á una tercera son iguales entre sí;» mas no dejarian por esto de conocer el principio con toda certeza y claridad, y de aplicarle sin peligro de equivocacion, á todos los casos reales ó posibles.
El señor D'Orsel nos trataba a todos como a niños, incluyendo a su hija mayor, a la cual rejuvenecía por un cálculo de ternura complaciéndose en aplicarle nombres que recordaban el convento. La entrada del señor De Nièvres fue más fría y la vista de aquel cuatuor íntimo pareció causarle un efecto muy opuesto. No sé si fue realidad o aprensión, pero me pareció hallarle fatuo, seco, hiriente. Su conversación me desagradó. Con la corbata un poco alta, su vestido irreprochable, con un aire especial de hombre en traje de etiqueta que acaba de ofrecer una fiesta y se siente dueño de su casa, se parecía poco al cazador amable y sencillo que había sido mi huésped en Trembles; pareciome también que Magdalena, con el deslumbrante broche que llevaba sobre el pecho, con la cabellera salpicada de diamantes, no se asemejaba a la modesta e intrépida andarina, que un mes antes nos seguía recibiendo la lluvia y caminando con los pies metidos en el mar. ¿Se trataba de una simple diferencia de indumento o era aquello más bien un verdadero cambio de las almas?
Palabra del Dia
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