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Actualizado: 19 de julio de 2025
Los camareros de los cafés trincaban los grandes toldos como si fuesen el velamen de un buque. Se aproximaba el mistral, y cada dueño de establecimiento ordenaba la maniobra para hacer frente al helado huracán que vuelca mesas, arrebata asientos y se lleva todo lo que no está asegurado con marinos amarres. Creyó ver Ferragut en la famosa avenida marsellesa una antesala de Salónica.
No bien entró el P. Jacinto con su compañero, cerró de nuevo la puerta y dijo en alta voz: Dios te guarde, muchacha. Dios guarde á su merced, contestó ella. Entonces el Comendador y su guía subieron rápidamente la escalera. Ya en la antesala, donde tampoco había un alma, dijo el fraile á D. Fadrique, señalándole una puerta: Allí está Doña Blanca. Entra... háblale; pero ten juicio.
Puso el oído á la puertecita, permaneciendo en esta posición largo rato. Luego sacó la llave, la metió con suavidad en la cerradura y abrió lentamente procurando no hacer ruido. Avanzó después por una pequeña antesala, buscando á tientas en la pared otra puerta, hasta que dió con ella y se detuvo. Llamó quedo con los nudillos. Nadie contestó. Tornó á llamar más fuerte.
Los servicios que el hombre hace se quedan en la antesala, y las sospechas penetran al gabinete, segun dice Zoroastro. Todos los dias eran acusaciones nuevas; la primera se repele, la segunda hace mella, la tercera hiere, y la quarta mata.
Como había muchas señoras con el mismo disfraz, imposible saber quién era. Entonces se apresuró a salir del salón. Las palabras aquellas le sonaban dentro de la cabeza como feroces martillazos. Temió caerse. En la antesala respondió con sonrisa estúpida a las frases amicales que le dirigían. Su tío don Melchor, viéndole tan pálido, vino hacia él: Qué tienes, Gonzalillo: ¿te sientes mal?
Puede usted admirarlo; le doy permiso dijo el ingeniero . Lo compré hace pocos días. Una rica pieza, ¿eh?... Pero el criado, sin hacer caso de su tono burlón, contestó: Lo pondré aparte. Temo que á la salida se equivoque alguno y se lo lleve, dejando el suyo al señor. Y guiñó un ojo, señalando al mismo tiempo los gabanes de aspecto lamentable amontonados en la antesala.
Al decir esto, me señalaba por las ventanas del salón las hermosas alamedas de nuestro parque, los viejos castaños en flor, las lilas y las madreselvas cuyo aroma embalsamaba el ambiente. En la antesala encontré al jardinero y su familia, todos tristes y silenciosos, y mirándome como si quisieran decirme: No se marche usted, señorito; no nos abandone.
Como Antoñita manifestase deseos de leer un libro italiano titulado Le Ultime Lettere di Jacopo Ortis, Amaury, que tenía esa obra en su biblioteca, y entre las más estimadas por cierto, fue al día siguiente a entregársela a la señora Braun; pero habiéndose encontrado por casualidad con Antonia en la antesala, no pudo menos de cambiar con ella algunas palabras.
El piso retembló bajo unos pasos elefantinos.... Apareció el señor de la Lage, llenando con su volumen la antesala, y don Pedro abrazó a su tío, que le llevó casi en volandas al salón.
Pero en seguida me miró, inquieta. ¿Está enfermo? ¡Pst!... no precisamente... No estoy bien. ¡Ah! murmuró de nuevo. Y miró hacia afuera a través de los vidrios, abriendo bien los ojos, como cuando uno pierde el pensamiento. Por lo demás, llovía en la calle, y la antesala no estaba clara. Se volvió a mí. ¿Por qué se va? me preguntó.
Palabra del Dia
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