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Actualizado: 19 de julio de 2025
Sustituía a su madrastra porque ésta, a causa de su debilidad, no podía mantenerse tanto tiempo en pie. La duquesa estaba en la sala de conversación rodeada de algunas amigas: allí recibía a los que iban a saludarla. El duque y Osorio, a la puerta de la antesala, ofrecían el brazo a las damas que iban llegando y las conducían hasta Clementina.
Vió el asunto perdido, al menos por aquel lado, y no quiso prolongar más el doble martirio. Don Fadrique inclinó la cabeza y salió de la sala harto apesadumbrado. Apenas se vió en la antesala, bajó la escalera, abrió la puerta del zaguán y se lanzó á la calle, respirando con delicia el ambiente, como quien se está ahogando y logra sacar la cabeza del agua en que se hallaba sumergido.
Y todavía la hermana volvió a escanciarle. Siguieron buscando. El mozo, tremulento, daba tumbos y juraba balbuciente; ella se reía y le iba proponiendo: Te casas con ella si quieres..., y si no..., no te casas.... Al atravesar la antesala encontraron a doña Rebeca, toda despavorida y angustiada, apretando convulsa un puño de pesetas.
Porque en las raras ocasiones en que se había entibiado para él el favor de su majestad, si bien es cierto que nunca el rey le había hecho hacer antesala ó antecámara, le había hecho hacer cámara. Tomólo primero su orgullo á casualidad: pero pasó un cuarto de hora, y esto era ya mucho; pasó media hora, y esto era ya demasiado.
Avinagró el gesto Miranda, que ya se creía libre de la moribunda, a quien si no cuidaba, le enfadaba ver cuidar; ensanchósele el corazón a Lucía, mal hallada con la idea de abandonar a su amiga en la antesala, como quien dice, del sepulcro; y Perico se dispuso a conocer París, seguro como estaba de que no faltarían a su hermana cuidados.
Entráron ámbos en una casa sin pompa, porque las puertas no eran mas que de plata, y los techos de los aposentos de oro, pero con tan fino gusto labrados, que con los mas ricos techos podian entrar en cetejo; la antesala solamente en rubíes y esmeraldas estaba embutida, pero el órden con que estaba todo colocado resarcia esta excesiva simplicidad.
Hablar de las liebres, era para don Víctor y Sanjurjo la antesala del Cielo. Levantarlas con las varas, metidos en la maleza hasta la cintura, el Cielo mismo. ¡Qué lástima de día! exclamó don Víctor dando un suspiro y mirando al cielo por los cristales del balcón, llenos de polvo. Verdad contestó Sanjurjo, dando otro suspiro.
Mientras tanto surgen nuevas disensiones en la corte por el orgullo de Payo; pero el joven Rey comienza á ejercer su autoridad, y aleja al rebelde de su lado; éste se ausenta murmurando y pensando en la venganza. Poco después se aparece Sancho, el cual, sin atender á la resistencia de los satélites del Monarca, penetra hasta la antesala regia y pregunta bruscamente quién es Payo de Bivar.
Un tirante amarillo cruza el pecho del rapaz con la prosapia de una banda, y sujeta el calzón de pana, que no llega a los zuecos. En una mano sostiene el gorro catalán, que aún tocaba su cabeza al parecer en la antesala, y en la otra estruja una rana viva. ¡Santas y buenas noches! Saluda, Floriano. EL NI
Cuando pasaron muchas noches escapándose siempre ella, apesadumbrado don Andrés, exaltado y como fuera de sí, le dio las más sentidas quejas, hallándola sola en la antesala. La vehemencia de los sentimientos del cacique se revelaba en su precipitado discurso, en su gesto, en su ademán y en su acento conmovido. Sin reparar en nada levantó la voz.
Palabra del Dia
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