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Actualizado: 14 de mayo de 2025


Desde que Jacinta apareció al extremo del corredor, Fortunata no quitó de ella sus ojos, examinándole con atención ansiosa el rostro y el andar, los modales y el vestido.

Y ella continuaba asiéndole, trémula, ansiosa, fuera de , mortal; y Cervantes sentía el temblor y la fuerza de la delicada mano de doña Guiomar, mano fría, helada, que comunicaba su hielo a la sangre de Cervantes.

La noticia corrió de un extremo a otro de la corte, sin hacer derramar una lágrima, pero despertando por todas partes la admiración, el espanto y, sobre todo, la curiosidad; la curiosidad ansiosa y hasta, por decirlo así, rabiosa de conocer los pormenores de aquel drama misterioso, más interesante que los lúgubres episodios de Ana Radcliffe y las dramáticas aventuras de Clara Harlowe.

Pero acabó por creer en un olvido del profesor, y la intranquilidad le hizo acudir á la cita mucho antes. Pasó más de tres horas en ansiosa espera, vagando por las calles inmediatas á la iglesia, inmovilizándose en las esquinas, cambiando de sitio al notar la curiosidad de los transeuntes.

Solos de noche, por esas calles de Dios; generoso y valiente él, generosa y ansiosa de amor ella, protegida por don Juan, puesta en contacto íntimo con él, que es impetuoso, y noble, y valiente como su padre, apasionado como vos, y como vos hermoso, aconteció lo que no podía menos de suceder: se enamoró ella de él con tanta más fuerza y más pronto, cuanto ella estaba ansiosa de un amor que no había podido encontrar en la corte, de un amor digno de ella.

Mientras duraron nuestros ruegos, la hermana San Sulpicio mostraba en los ojos una inquietud ansiosa; sus labios rojos temblaban de anhelo. Cuando la superiora dio al fin la venia, todo su cuerpo se estremeció y una sonrisa de dicha iluminó su rostro expresivo. Pero nos faltaba lo más difícil: convencer a la hermana María de la Luz.

Particularmente aquellos de uso más inmediato y personal para su confesor, como los peines, las plumas de escribir, la fosforera, etc., fueron objeto para ella de una atención viva, ansiosa: les daba vueltas entre sus dedos con emoción, mientras una sonrisa tierna y sumisa vagaba por sus labios. Un alzacuello usado yacía sobre una silla.

Si los toros son populares, no por eso destruyen ni atenúan siquiera el gusto por el teatro en aquella raza ardiente y siempre ansiosa de fuertes impresiones. El teatro, aunque frecuentado por la aristocracia, es democrático en España. Todas las clases se aproximan allí, se respetan mutuamente, gozan y se confunden sin desórden. Por desgracia el gusto literario no adelanta en proporcion.

Faltole el aliento y sintió escapar su memoria, su imaginación y todas sus potencias, perdiéndose en una alegría inmensa y ansiosa, donde todo el ser se bañaba como en un éter purísimo. Acercó el rostro al del Señor; tocó con sus mejillas las del Amado, posó los labios en la blancura de su frente, en el fulgor de sus ojos, en el coral de sus labios.

Desde el día en que se enfadó, Martita no volvió a preguntarle por el traslado; pero todos al entrar en casa le dirigían una mirada penetrante y ansiosa, queriendo leer en su rostro alguna noticia. Como no la había, la niña se tranquilizaba, tornando a la obra, que rara vez dejaba de tener en las manos. Ricardo tampoco hablaba para nada de partir.

Palabra del Dia

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