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Actualizado: 25 de mayo de 2025
Así, Vérod, que parecía tan confuso y anonadado, se alzó bien pronto al impulso de una viva reacción. ¡No!... dijo bruscamente, alzando la cabeza y sacudiéndola con ademán de protesta. ¡No!... ¡No es posible!... ¡Eso no puede ser!...
Habla con unos oficiales ingleses que van á embarcarse en Brindis; les lee la última carta de esperanza. Los cortos espacios de silencio traen hasta mi, caprichosamente, algunos renglones, como pedazos de papel arrastrados por el huracán: «Papá: cuando termine la guerra....» Alguien ha anonadado con su presencia á los que ocupamos el resto del vagón.
Anonadado por su esfuerzo para llegar hasta allí, Rafael se desplomó en la cama, contándolo todo con palabras entrecortadas antes de desvanecerse.
Al concebir esta idea, una puerta ilusoria abriose de pronto en su imaginación, y sus ojos vieron de nuevo la figura sobrehumana de Felipe Segundo siguiéndole con la mirada a lo largo de los caminos. Todo su brío se desplomó. Hallose anonadado, vencido, por algo irresistible, como el poder de un hechizo funesto. ¡Ahora sí que su garganta sentía la hez nauseabunda de las ambiciones palaciegas!
Luego, en voz alta, continuó: ¿Un periódico que no admite el anticipo reintegrable? Sí, padre contestó Antoniño ya medio anonadado. ¿Un periódico interrogó aún el cura que hace campaña contra el espionaje alemán? Antoniño no podía negar. El mismo, padre suspiró . ¡El mismo!... Pues, hijo mío dijo entonces el cura . Lo siento mucho, pero no te puedo dar la absolución. Antoniño se quedó aterrado.
Entonces caía anonadado, sudoroso, sobre una poltrona y murmuraba en el silencio del cuarto, en donde las velas que ardían en los bruñidos candelabros de plata prestaban tonos sangrientos a los rojos damascos: ¡Es preciso matar a este muerto!
Al mismo tiempo se oye un coro celestial que le anuncia, que la justicia divina lo ha condenado á perder la vida y el trono, escena, por cierto, de la más sublime poesía. Don Carlos se queda como anonadado; el Rey llega corriendo, y asiste á los últimos instantes de su hijo, á quien llora con ternura paternal á pesar de sus extravíos.
Voy de paseo un rato con Andrés. De paseo... de paseo... ¡dichoso paseo!... Y yo aquí espera que te espera, a que le dé gana de tomar el chocolate. No te apures, mujer... Procuraré venir a tiempo. No, por mí puede quedarse por allá... Haré el chocolate a la seis, y lo dejaré quemarse al rescoldo... El cura de Riofrío quedó anonadado.
No obstante, yo admiro a usted dijo Blasillo anonadado. ¡Bebamos, niño! ¿ves? la espuma plateada tiembla y chisporrotea. Bebamos, y arrojemos a la sombra los negros recuerdos del pasado. ¡Por tu amante Juana, por sus ojos negros! Blasillo repitió casi maquinalmente: ¡Por Juana y sus ojos negros! Blasillo, ¿dónde iremos a arrojar el áncora?
Mucho tiempo permanecí anonadado; pero súbitamente un rayo de luz iluminó mi mente. Casi todos los días acudía yo al anfiteatro de la Academia y presenciaba los cursos. Recordé que en la mañana de aquel día, se había recogido en la calle el cadáver de una joven del bajo pueblo que había sido atropellada por un tranvía. Tendría la misma edad, más o menos, que Matilde.
Palabra del Dia
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