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Actualizado: 25 de junio de 2025
La veré, y si la acusación es falsa, como lo afirmo, la de Jansien tendrá que retractarse en público o pediré cuentas al idiota de su marido. Mañana estará Luciana justificada a los ojos de todo el mundo. Lo juro por mi amor ofendido. Máximo a su hermano. 4 de diciembre. La he visto; todo es verdad... Estoy anonadado.
Rosalindo lamentó que Valparaíso no estuviese más cerca, para interrumpir las cuecas cantadas por el viejo con una puñalada igual á la que le había hecho huir de Salta.... El sacrificio de los ciento cincuenta pesos resultaba inútil, y la difunta vendría á turbar de nuevo sus noches con aquella presencia muda que parecía absorber su fuerza vital, dejándole al día siguiente anonadado por una dolencia inexplicable.
Me siguen los pasos la miseria y la policía. Cuando me detengo, anonadado por esta existencia de Judío Errante, la Justicia, en nombre del miedo, me grita que ande, y vuelvo a emprender la marcha. Soy un hombre temible, así como me ves, Esteban: enfermo, con el cuerpo arruinado antes de la vejez y la certeza de morir muy pronto.
Y decía esto con la misma voz quejumbrosa de antes, débil, anonadado, como si sintiera el lento desplome de su interior. ¿Y nunca tuvo usted familia? ¿Yo?... ¡Como todo el mundo! A usted se lo cuento todo, caballero. ¡Hace tanto tiempo que no hablo!... Mi mujer murió hace seis años.
¡Mía!... ¡Mía!... balbuceó Villamelón; y comprendiendo que con esto soltaba el trueno gordo, pidió a la tierra que se lo tragase. Mas la tierra no tuvo por conveniente darle gusto. Currita avanzó otros dos menudos pasitos, y suavizando más y más su acento, mientras más y más se encolerizaba, añadió: ¿Pero tú le has escrito, Fernandito?... Villamelón bajó la cabeza anonadado.
Iba á caer al suelo, apoplético, agonizante de cólera, asfixiado por la rabia; pero se salvó, pues de repente, las nubes rojas que la envolvían se rasgaron, al furor sucedió la debilidad, y viendo toda su desgracia, se sintió anonadado.
Batiste, sentado en una silleta de esparto en medio de la barraca, miraba con expresión estúpida el desfile de estas gentes que tanto lo habían maltratado. No las odiaba, pero tampoco sentía gratitud. De la crisis de la víspera había salido anonadado, y miraba todo esto con indiferencia, como si la barraca no le perteneciese ni el pobrecito que estaba en la cama fuese su hijo.
Rafael quedó anonadado. Vio cómo se dirigió a la portalada del santuario llamando a la doncella. Cada uno de sus pasos, cada balanceo de las arrogantes caderas, parecía levantar un obstáculo entre ella y Rafael.
Don Gil cae en tierra bajo la impresión de tan horrible suceso; anonadado, y sintiendo un cambio completo en todo su sér, invoca la misericordia de Dios, y su súplica es oída; pelean entonces en los aires el Demonio y el arcángel San Miguel; éste triunfa, y obliga á su adversario á renunciar á su presa.
Granate siguió desbarrando un buen rato en esta forma. Fernanda no le oía. Al fin le enfadó aquel ruido molesto y dijo con acento colérico: ¿Se quiere usted callar, hombre? ¿Qué sarta de estupideces está usted ahí soltando? El pobre D. Santos quedó anonadado. Pasearon en silencio algún tiempo. ¡Qué feo es todo esto! exclamó al cabo la joven. ¿Cuálo? ¡Todo!
Palabra del Dia
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