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Actualizado: 25 de octubre de 2025


Entonces Ivonet llamó á un tal Ducoureau, diciéndole: "Lleve al señor al lugar en que se encuentra acampada la 'artillería' y dígale á Saborié que he nombrado á este blanco Jefe de la Artillería del Ejército Reivindicador." Ferreiro quedó confuso, anonadado. ¿Jefe de artillería él, que no sabía ni qué forma tenía una granada, ni jamás había visto de cerca un cañón?

Ni siquiera me había fijado en su cara y su figura: no me había dado cuenta de que es usted guapo... Leonora reía recordando sus cóleras contra Rafael, y éste, anonadado por su franqueza, sonreía también para ocultar su turbación. Pero después de lo de esta noche, le quiero a usted... como un buen amigo.

Porque, á medida que Soledad se hacía más reservada, sus raros momentos de expansión adquirían mayor atractivo, tenían un sabor exquisito que le resarcía de su creciente frialdad. Cuando esto acaecía quedaba anonadado, como si fuese la mayor desgracia que pudiera sobrevenirle, y se apresuraba á conjurarla por los medios que estaban á su alcance.

Vino después el regreso por las calles de la capital hasta palacio, y no dejé de oír algunos vivas al duque Miguel, quien, según me dijo después Tarlein, iba royéndose las uñas y como absorto en negros pensamientos, tan anonadado que hasta sus mismos admiradores convinieron en que debió haber mostrado menos desaliento.

Casimiro, tío de las dos Princesas, que se hacen la guerra, ha llegado ya para poner fin á su contienda; al ver á Leonido, que, como salvador de Arminda, tiene libre entrada en el palacio, experimenta hacia él extraña simpatía. Leonido se queda anonadado; pero su amigo le hace volver en de su asombro, y se ofrece á tomar sus armas, y, fingiendo ser Leonido, á pelear con él.

Hubo un momento en que creyó que un alfiler olvidado sobre su pecho se le metía carne adentro. «El rey de las praderas» quedaba visible únicamente de busto, con una cabeza enorme, y anonadado por lo angustioso de su situación, bajaba la mirada. Luego iba elevando sus ojos, para fijarlos directamente en el público con una expresión de dolor pueril.

Anonadado, y sin valor para pedir a su hermana dinero, Mariano se retiró a un banco de palo que en el estrecho recinto había, y allí permaneció larguísimo rato solo, callado, hecho un ovillo, meditando sobre una sola idea, ya mil veces apurada, como un perro que roe y voltea un solo hueso después de haberle quitado hasta la última hilacha de carne.

»La ausencia de Carlos prosiguió la Condesa, su desaparición misteriosa e imprevista nos habían anonadado. ¿Habría sido víctima de alguna traición? ¿Nuestros proyectos habían sido descubiertos? ¿Su rival, celoso, había pagado asesinos que le matasen? ¿La venganza y el poder del duque de Arcos, le habían privado de su libertad y le habían recluido en alguna prisión de Estado?

Se veía desembarcando la última vez, enfermo, sin voluntad, anonadado por la trágica desaparición de su hijo. El Mare nostrum llegó á la boca del puerto viejo, teniendo á su derecha las baterías del Faro. Este puerto viejo era el recuerdo más interesante de la antigua Marsella. Penetraba como un cuchillo acuático en las entrañas del caserío; la ciudad se extendía por sus muelles.

En el Congreso me costó trabajo reconocerte. Grueso, calvo, con esos lentes que trastornan tu antigua cara de moro de leyenda. ¡Pobrecito mío! ¡Si ya tienes arrugas!... Y reía, como si le causara intenso gozo el placer de la venganza, ver a su antiguo amante anonadado y cabizbajo por el retrato de su decadencia. No eres feliz, ¿verdad? y sin embarga debías serlo.

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