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Actualizado: 19 de julio de 2025
¿Y ese angelito no tiene más parientes que usted? Tiene un tío... hermano de su madre. Es religioso, ¿no es verdad? ¿En los Oiseaux, me parece? No, señorita, en la Asunción d'Auteuil. ¡Ah! sí, conozco... allí se está muy bien... es un paraíso... Pero, ¡Dios mío!
Lo mejor sería que le pusiera un ama, entregándoselo a personas que le habrían de cuidar mejor que ella. Aconséjele usted esto. Yo... que quiere usted que le diga... creo que no le abandonará. Está muy entusiasmada con él. Sí; buen entusiasmo nos dé Dios. ¡Mire usted que esta...! ¡Marcharse a paseo!, qué ganas de calle tenía. Ni sé cómo el angelito aguanta tanto tiempo sin mamar...
La señora de López Moreno, gorda y majestuosa como las talegas de su marido, contraía sus gruesos labios para chupar un cigarrito de papel, y reíase maternalmente al ver a su hija Lucy, recién salida del colegio, dar pequeñas chupadas en el cigarro mismo de Angelito Castropardo.
Es un angelito, como dicen las viejas añadió maliciosamente Juncal, que parecía gozarse en la cólera del hidalgo ; sólo que angelito hembra. A estas cosas hay que resignarse; no se inventó el modo de escribir al cielo encargando y explicando bien el sexo que se desea.... Otro espumarajo de rabia y grosería brotó de los labios de don Pedro. Juncal rompió a reír, secándose con la toalla.
Llegó la madre Larín muy alarmada, temiéndose alguna trapisonda, y Currita, con patético ademán, se arrojó llorando en sus brazos... Era aquel día el más grande de su vida; por fin le concedía Dios lo que con tanto ahínco le había pedido siempre: ¡tener una hija religiosa!... Cierto que le pasaba aquello el alma de parte a parte, que quizá le costaría la vida separarse de aquel pobre angelito; pero lo que sentía ella era no tener siete hijos como santa María Magdalena de Pazzis, para ofrecérselos a Dios uno a uno. ¡Estaba el mundo tan malo!...
En cuanto al lavado de sus ropitas, no tenéis que dirigiros sino a mí, porque puedo hacer eso sin esfuerzo cuando preparo la lejía. ¡Ah! querido angelito. Me permitiréis que traiga a mi pequeño Aarón uno de estos días; le mostrará el carrito que su padre le ha fabricado y el perrito negro y blanco que está criando.
Los dulces nombres de pimpollo, remono, angelito, y otros que me prodigó con toda largueza, no me hicieron sonreír. Subí, y todos estaban en movimiento. Oí a mi amo que decía: «¡Ahí está! Gracias a Dios». Entré en la sala, y Doña Francisca se adelantó hacia mí preguntándome con mortal ansiedad: «¿Y D. Rafael? ¿Qué ha sido de D. Rafael?» Permanecí confuso por largo rato.
A la tristeza que produce todo lo que deja de existir, se une aquí el horror que inspira todo lo que perece de muerte violenta y a manos del hombre. ¡Este edificio, alzado en honor de Dios por hombres piadosos, condenado a la nada por sus descendientes! ¡Dios mío! decía el hermano Gabriel , en mi vida he visto tantas telarañas. Cada angelito tiene un solideo de ellas.
Pero lo singular de todo esto, lo que prueba que el estilo, las creencias y los sentimientos del narrador y la luz del cielo con que tal vez ilumina los casos más crueles y las mayores catástrofes pueden trocar el mal en bien y convertir el veneno en triaca, es que Angelito y Soledad, tan desventurados materialmente, se hacen dignos de envidia y de gloria, y el pobre de D. Antonio, que al principio de la novela casi nos infunde desprecio y es objeto de risa y de burla, acaba por ser amado y venerado de los lectores.
Creyendo reconocerle, pero resistiéndose a dar crédito a sus ojos, pensó: «Parece imposible que descuide al niño de este modo. No, no puede ser. ¿Cómo es posible que esta criatura sucia, desarrapada y mocosa, sea el angelito vestido de encajes a quien vi en el Paseo de Coches?» Subió los seis tramos que le faltaban y tuvo que detenerse a respirar. ¿Por cansancio? No. ¿Por miedo? Tampoco.
Palabra del Dia
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