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Actualizado: 24 de junio de 2025
Hacia ella se dirigió, pero en vez de acercarse á la puerta del centro, se corrió hacia uno de los rincones donde había otra más chica. Por allí se entraba al cuarto de la huéspeda: lo conocía perfectamente, como conocía toda la casa. Paca había dado á su amiga aquella habitación independiente, única que tenía bien amueblada.
Subió casi a tientas por ella. Cuando ya estaba a la mitad llegaron a sus oídos los acordes solemnes, penetrantes, de la novena sinfonía. Se agarró con ambas manos a la barandilla para no caer. Al fin hizo un esfuerzo supremo y subió los últimos peldaños. Entró en una salita modestísimamente amueblada. El piano sonaba más allá en un gabinete cuya puerta estaba entreabierta.
¿Qué desea? dije respirando agitadamente. Me indicó con un ademán que no podía contestar a mi pregunta. ¿Lo sabe todo? Sí, todo. Abrió una puerta, me hizo entrar impulsándome suavemente y cerró tras mí. Me hallé en una sala pequeña y lujosamente amueblada. Al principio creí hallarme solo, porque las dos velas encendidas sobre una mesa tenían pantallas y despedían escasa luz.
Seis semanas antes, este Garneville se había instalado en una gran casa toda recién amueblada, que no tenía más defecto que ser de una magnificencia demasiado violenta. Madama Norton firmó un contrato de alquiler, cien mil francos al año, con opción a comprar la casa y el mueblaje por dos millones en el primer año.
He visitado á Victoriano Sardou en su casa del Boulevard Courcelles, casa magnífica y fastuosamente amueblada, que podría servir de escenario á un drama de gran espectáculo: tapices soberbios visten las paredes: la tonalidad obscura del mobiliario insinúa algo de la complexión soñadora y romántica de su sueño; todo allí es penumbra y quietud; de los levantados techos cuelgan complicadas arañas de bronce.
Qué conexión tenían estas diminutas torres de ladrillo con la famosa de Babel, donde los idiomas se confundieron, nosotros no lo sabemos; pero debemos manifestar que a esta fábrica así guarnecida, la llamaban en el país la Babilonia de don Rosendo. Estaba suntuosamente amueblada.
El Conde encargó a un individuo que nos proporcionase una residencia modesta y conveniente, y se presentó, por fortuna nuestra, una buena ocasión; estaba en venta una encantadora posesión en los alrededores de Londres, situada admirablemente y amueblada con gusto y elegancia; tenía cristalinas aguas, un parque magnífico, y la obtuvimos por un precio módico.
Aunque no de grandes dimensiones, la cámara del príncipe estaba amueblada y decorada con tanto gusto como riqueza. En el testero, sobre un estrado, dos regios sillones con dosel de terciopelo carmesí esmaltado de flores de lis de plata. Sitiales tallados recubiertos de damasco, tapices, alfombras y almohadones ricamente guarnecidos completaban el mueblaje.
Cuando se me ocurrió tener una casa mía, amueblada á mi gusto, ostentosamente, como la de un grande de España, con bodega y despensa provistas de los mejores vinos y de los mejores manjares del mundo, os vísteis apurado. Os juro que no.
Era el castillo en el aire del pobre Mantoux, llamado Poca Suerte. La casa fue alquilada el 24 de septiembre, amueblada el 25 y ocupada el 26 por la mañana. Así se lo hicieron saber a don Diego. El conde pasaba un verdadero suplicio desde hacía tres días. Germana le contó la visita que había recibido.
Palabra del Dia
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