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Actualizado: 9 de junio de 2025
¿Por qué no? Pues yo quisiera mucho oirle hablar un día.... Y Esperancita tiene más deseos que yo, de seguro. ¡No, no!... Yo no se apresuró a decir la niña. Vamos, chica, no lo disimules. ¿No has de tener ganas de oir hablar a tu novio? Esperanza se puso como una amapola y exclamó precipitadamente: Yo no tengo novio, ni quiero tenerlo. Ramoncito también se puso colorado.
Todas se hacían lenguas de él y le pregonaban como uno de los hombres más agradables que hubiesen conocido en su vida. Después de varias tentativas había logrado tener un aparte con la novia. Allá lejos, al pie de un árbol, charlaban los dos animadamente; él inclinando su gran torso para ponerse a la altura de ella, en actitud insinuante; ella risueña y tan roja como una amapola.
El Magistral al recordar este pasaje del discurso del Arcipreste se acordó también de que él se había puesto como una amapola. «¡Lo mejor será que ustedes se entiendan!». En esta frase que don Cayetano había dicho sin asomos de malicia, encontraba don Fermín motivo para meditar horas y horas. Toda la noche había pensado en ello.
La vieja había dado rápidamente la vuelta á la casa, vió lo que quiso ver y sonrió. ¡Maldita bruja que Dios confunda! ¡Un día la mato! ¡la descerrajo un tiro! exclamó el capitán pálido y paseando sus ojos airados por la habitación como si buscase el arma homicida. Flora se había puesto como una amapola. Al fin se partió para Lorío y D. Félix quedó solo y contra su costumbre un poco melancólico.
Y Petrilla, de manzana se volvió amapola, dejó caer sus ortigas, tomó una punta de su delantal, levantó la pierna izquierda y quedó posada sobre la derecha mirándome de un modo embobado. ¿Y? ¡Responde! ¿Qué piensas de los hombres? Señorita, usted sin duda quiere jugar. No, no. Hablo seriamente. Contesta pronto.
En efecto, es del mismo color ... pero está todo picado.... No sirve. Esperancita fingía estar absorta en su labor; pero tenía el rostro como una amapola. Tan sólo D.ª Esperanza tomó en serio el asunto y lo discutió. Al fin fué desechado, con disgusto del banquero, que quedó murmurando algunas frases poco halagüeñas acerca del orden y economía de las mujeres.
¡Qué tiene eso! Dice que si ya tienes novio. La doncella se estremeció de pies a cabeza, se encendió como una amapola, y bajó los ojos avergonzada. ¡No!... ¡no!... repitió entre dientes. Ya lo ve usted, tía. ¡Qué malos ratos le hacemos pasar a esta buena niña!... Oyóse el repicar de una campanilla. Tía Carmen llamaba. En esto encontró la doncella su salvación.
La sangre se le agolpó toda al corazón y quedó blanco como un cadáver. Después le subió al rostro y se puso como una amapola. ¡Yo!... ¡El pelo! balbució miserablemente. Y tuvo que agarrarse con fuerza a la silla para no caer. ¡No se asuste usted, hombre! exclamó ella posando cariñosamente su mano sobre la de él . Cuando yo lo he consentido es prueba de que no me desagradaba.
¿Por qué he de estar triste? ¡Como no trabajas! Descanso un poco. ¿Tú has estado corriendo?... ¡Estás roja como una amapola! No, papá, vengo de dar mi lección de piano con mamá. ¿Es buena contigo tu mamá? Muy buena. ¿Tú la quieres mucho? Mucho... pero a ti más que a ella... Me voy a jugar... pero bajo los árboles... no al sol... no tengas cuidado. Iba a salir; Fabrice la llamó.
Cerró sigilosamente la puerta y plantándose delante de ella y volviendo á tomarle la mano, dijo con voz alterada: Flora, ya sabes quién ha sido tu madre; pero ¿tu padre, sabes quién es? La zagala se puso roja como una amapola: tardó algunos momentos en contestar. Al cabo, bajando los ojos al suelo articuló con voz débil: No lo sé... pero lo presumo.
Palabra del Dia
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