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Actualizado: 9 de mayo de 2025


No ha tomado el camino de Canzana: yo mismo le he visto seguir el de Villoria. La joven se puso roja como una amapola y con semblante airado respondió encarándose con el mayordomo: Á no me importa el camino que toman los demás. Eso queda para usted que pasa la vida fisgando cuanto entra y cuanto sale y averiguando lo que hay y lo que no hay.

¡Ay, Angelina! exclamé poniéndome en pie. ¡Es preciso que esto tenga término!... La joven comprendió al punto lo que iba yo a decirle, y se puso trémula, asustada, roja como una amapola. Me acerqué de puntillas, y apoyado en el respaldar del sillón, me incliné, y en voz baja le dije al oído: Angelina: ¡la amo a usted! ¡Me muero de amor!...

No, señor; no me debe usted más que mil quinientas cincuenta. , señora, le debo a usted dos mil, porque va usted a hacerme el favor de prestarme otros noventa duros... Necesito hacer algún regalito a mi novia y tengo poco dinero manifestó el joven poniéndose rojo como una amapola.

A la sazón salía Ricardo; vióle Teresa, y la pobre niña se encendió como una amapola, bajó los ojos, y se adelantó. Cuando yo le tendí la mano estaba trémula y sofocada por la exitación. Mi «amigo» la miraba desdeñoso y altivo. No bien nos alejamos de la botica, se soltó Luisa: ¡Conque se casa usted!

Del color del carmin ó de amapola Eran sus clines y su cola gruesa, Ellas solas al mundo, y ella sola. Tal vez anda despacio, y tal á priesa, Vuela tal vez, y tal hace corbetas, Tal quiere relinchar, y luego cesa. Nueva felicidad de los poetas! Unos sus escrementos recogian En dos de cuero grandes barjuletas. Pregunté, para qué lo tal hacian?

Y en tanto que el dedo índice de la mano derecha frotaba dos prominencias pequeñas y redondas del artístico bajo-relieve, que representaba a las hijas de Lot en un pasaje bíblico, él, sin pensar en esto, es claro, procuraba arrancar a las tinieblas de su ignorancia el secreto que tanto le importaba: ¿con quién soñaba la Regenta? ¿Era una persona determinada...? Y poniéndose colorado como una amapola en la penumbra de su asiento, que estaba en un rincón del coro alto, pensaba: ¿seré yo?

Dale un beso a ese caballero. Adviértase que no dijo «al capitánni siquiera «a ese señor oficialTodavía sus labios civiles repugnaban dejar paso a una palabra de orden exclusivamente militar. ¡Pero papá! exclamó la hija menor, roja ya como una amapola. ¡Vamos!... profirió con la diestra extendida y en la actitud más imperativa que pudo adoptar jamás un dios jubilado. No hubo más remedio.

No, no; tienes la cara encendida como una amapola, añadió el viejo acariciando la cabeza del niño y antes de comer conviene que descanses un poco. Vaya, échate en el sofá con las manos cruzadas debajo de la cabeza: esa postura es muy higiénica. Yo voy a hacer lo mismo en esa mecedora.

Parecían un mar ondulante con transparencias verdes del cual partía vago rumor de sederías que se despliegan. Y entre estas olas verdes hería los ojos el brillo sangriento de alguna amapola o la nota delicada de los azules chupamieles. Las figuras de algunos labriegos que atravesaban las trochas se destacaban con admirable pureza.

Su gesto soberano y su gallardo continente, sin altanería, revelaban dominio sobre las demás. Al instante presentó á Pacorrito. Este se quedó todo turbado y más rojo que una amapola cuando la Princesa, tomándole de la mano, dijo: Presento á ustedes al Sr. D. Pacorro de las Migajas, que viene á honrarnos esta noche.

Palabra del Dia

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