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Actualizado: 11 de mayo de 2025
Cuando llegó la hora de almorzar, tenía ya muy buen apetito, y el comadrón y su esposa estuvieron muy amables con él, diciéndole que le agradecerían fuese todos los días, si tenía gusto en ello. Ya Quevedo no era celoso, y desde que su esposa se había redondeado hasta hacer la competencia a los quesos de Flandes, se curó el buen señor de sus murrias y no volvió a hacer el Otelo.
El dueño le presentó a sus hijas, unas chicas bastante feas, con los ojos torcidos y los pies muy chiquitos... en fin, VV. ya habrán visto a algún chino. Parecían amables, y mi amigo quedó muy satisfecho del recibimiento que le hicieron. No quedó tan contento de la madre, esposa de nuestro chino. Era una vieja que estaba al lado del fogón picando cebolla, así como está ahora Rufa.
No, en esos límpidos ojos, en esa purísima frente, en esos labios francamente amables, no podía haber la menor huella de engaño o duplicidad. En el fondo de esos clarísimos ojos no se descubría la menor de aquellas turbadoras y fugitivas fulguraciones que son indicio de mentira.
Cuando los mozos se nos acercan, algunos con sonrisita galante y atenciones exageradas, ridículas, otros mirándonos serios, callados, como seguros de conquistarnos en cuanto abran la boca y se decidan, tú en seguida te encuentras en la gloria y respondes de la mejor manera posible a sus chistecitos amables y a sus miradas irresistibles.
No, Ricardo, yo no puedo considerarla con tu criterio, esto es todo; creo que es una mujer, y nada más; y así, la juzgo como a todas... igualita a todas: las novias, o las solteras en un grupo: buenas, amables, sencillas, modestas, etcétera... preparándose a formar el otro grupo, ¡el antitético!
A paso lento, gozando el placer del que ha terminado una tarea difícil, atravesó los salones dirigiendo sus ojos risueños a todas partes, dejando fluir de sus labios palabritas amables a los amigos con quien tropezaba. Aquel baile espléndido, quizá el más suntuoso que hubiese dado jamás un particular en España, era obra suya casi exclusivamente.
Estas señoras son muy amables dijo la abuela en cuanto se marcharon, pero es lástima que tengan ideas falsas... ¡Qué mal se razona ahora!... En mi tiempo no era así. En tu tiempo, abuela repliqué apoyando dulcemente la cabeza en su hombro, todo el mundo era perfecto. Aduladora respondió la abuela dándome un beso. Bien sabes que haces de mí todo lo que quieres... Y se firmó la paz con otro beso.
Como aquél era después de éste el más próximo y asiduo de todos los admiradores de Antoñita, ella le dedicó sus más amables sonrisas, sus más insinuantes miradas, sus más expresivas palabras y animadas conversaciones.
El Faro de Sarrió fué para nuestro amartelado joven un medio admirable de dar forma a las vagas fantasías, inquietudes, ardores y tristezas que a la continua lo agitaban, y declararse sucesivamente con acrósticos misteriosos e iniciales a todas las beldades más o menos macizas que ostentaban sus amables curvas por las calles de la floreciente villa.
Pero Isidorito, contra lo que pudiera creerse dados sus vastos conocimientos jurídicos y su formalidad no menos vasta, experimentaba una leve contrariedad en sus amores. La señorita de Morí tenía por costumbre prodigar sonrisas amables a todo el mundo, derrochar miradas largas y apasionadas con todos los jóvenes de la población; con todos... menos con Isidorito.
Palabra del Dia
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