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Actualizado: 26 de junio de 2025
El dueño le presentó a sus hijas, unas chicas bastante feas, con los ojos torcidos y los pies muy chiquitos... en fin, VV. ya habrán visto a algún chino. Parecían amables, y mi amigo quedó muy satisfecho del recibimiento que le hicieron. No quedó tan contento de la madre, esposa de nuestro chino. Era una vieja que estaba al lado del fogón picando cebolla, así como está ahora Rufa.
¿La ha fregado V. ya? Si no la hubiera fregado, ¿cómo se había de limpiar? ¡Vaya una salida! No se incomode, Rufa dijo un poco acortada la niña. Y cogiendo un paño, se sentó con calma a secar los platos. Miguel se sentó cerca de ella. Voy a contarles a VV. un cuento dijo aquél tomando otro paño y poniéndose a secar platos también.
Mi amigo quedó pasmado y comprendió por qué cuando gruñía el ama de casa hacían todos gestos de resignación. Al terminar Miguel su cuento, Maximina hacía esfuerzos sobrehumanos para contener las carcajadas que se le escapaban de la boca, viendo lo amoscada que se había puesto Rufa. En aquel momento entró doña Rosalía con otra señora de su misma traza.
Palabra del Dia
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