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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Mi gusto hubiese sido prepararle un desayuno al estilo de nuestro país, pero no hemos tenido tiempo para ello, pues, como lo dije, su vida estaba en peligro, y nadie piensa en dar de almorzar á un muerto. Podía haber hecho traer algunas de las latas de conserva que guarda usted en su embarcación, pero ésta se halla ya muy lejos.
Al fin había cedido a las instancias de algunos amigos, oficiosos mediadores entre él y la familia, y aquella mañana iba a almorzar en la casa de Valldemosa, donde vivía Valls gran parte del año para alivio del asma que le ahogaba. Jaime hizo un esfuerzo de memoria queriendo recordar a Catalina. La había visto varias veces, en las calles de Palma. Buena figura, rostro agradable.
Dejemos vanidades agora dijo el Cojuelo : que ya sé que eres muy bien nacido en verso y en prosa, y vamos en busca de un figón, a almorzar y descansar, que bien lo habrás menester por lo trasnochado y madrugado, y después proseguiremos nuestras aventuras.
Vi en su casa á Juana Baud que estaba preparada para acompañarme á Londres, y obtuve de ella que fuese á reunirse conmigo el día siguiente en el Havre. Y en seguida me fuí á almorzar con Sorege, el único de mis amigos á quien podía confiar mis desdichas y mi viaje. Su sorpresa pareció muy grande al saber que había yo llegado á tales extremos.
En aquel momento, Roberto, que se levanta a las siete y trabaja antes de almorzar, entró en el comedor, y, dirigiendo una mirada a su esposa, acarició suavemente su mejilla, algo más encendida que de costumbre. ¿Qué ocurre, querida mía? le preguntó. Le disgusta que yo no haga nada y que tenga el pelo rojo dije como ofendido. ¡Oh! En cuanto a lo del pelo no es culpa suya admitió Rosa.
Un germen de duda había entrado en mi espíritu después de almorzar, y en pocas horas se había desarrollado, crecido, se hallaba en completo florecimiento. ¿Por qué me parecía tan natural antes que Gloria me hubiese desairado en virtud de una intriga de Suárez, y no por libre y espontáneo movimiento de su voluntad? No acertaba a explicármelo.
Una tarde, una hermosa tarde de invierno, de las que sólo se ven en este Madrid, salí de casa después de almorzar con el objeto de hacer algunas visitas y también para espaciarme por esas calles de Dios.
Empeñose en que había de almorzar con él, y no pude resistir a sus instancias; un mal almuerzo mal servido reclamaba indispensablemente algún nuevo achaque, y no tardó mucho en decirme: Amigo, en este país no se puede dar un almuerzo a nadie; hay que recurrir a los platos comunes y al chocolate.
Comprendí que el mundo especial en que había vivido, ese mundo que se llama casa de vecindad, donde resaltan todas las miserias, todas las adyeciones, todas las ignorancias, la había hecho recelosa y desconfiada. Puedes almorzar así todos los días, la dije, si consientes en que se realice lo que he pensado respecto a ti.
Salieron todos del pórtico, y cuando hubieron andado un corto trecho, Moreno preguntó a Llot si sabía de algún sitio donde se pudiera almorzar medianamente. Oyó la pregunta el párroco del pueblo, que venía entre ellos, y atajó la respuesta diciendo en voz alta, imperativa: Ustedes, señores míos, no van a almorzar a ningún lado, sino a mi casa. Los amigos de nuestros amigos son nuestros amigos.
Palabra del Dia
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