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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Si el señor capitan, que se está muriendo de hambre lo mismo que yo, dixo Cacambo, no es Español, que es Aleman; con que me parece que podemos almorzar miéntras llega Su Reverendísima. Fuése incontinenti el sargento á dar cuenta al comandante. Bendito sea Dios, dixo este señor: una vez que es Aleman, bien podemos hablar; llévenle á mi enramada.
Estaba don Juan hacía pocos días de regreso en Madrid, tras una ausencia de dos años y medio, semana más o menos, cuando una tarde, después de almorzar como debe hacerlo quien vive en servicio del amor, no pudo resistir a la tentación de abrir el balcón de su despacho y asomarse a dar, apoyado en la barandilla, las primeras chupadas a un buen veguero.
Y sin aguardar respuesta echó a andar en dirección de la casa. ¡Ea!, a almorzar, que ya me parece que va llegando la hora. En alegre charla se dirigieron todos hacia la escalinata y entraron en el suntuoso comedor, situado en la planta baja del edificio. Contigua a él había una serre donde crecían plantas tropicales y en medio de ellas una fuente rústica formando cascada.
Así con las tenazas el libro, y le saqué de la chimenea donde olía mal, arrojándole a la jofaina. Prometí a Amparo hacer un auto de fe con todos mis malos libros, y mediante esta promesa se restableció nuestra buena armonía. En seguida nos pusimos a almorzar. Yo había cuidado de que el almuerzo fuese muy sencillo y compuesto de alimentos acomodados a las costumbres de Amparo.
Ciertamente, he venido á que me deis de almorzar. ¡Casilda! un almuerzo abundante dijo Dorotea en el momento en que se presentó la doncella. Sois un ángel, á quien es lástima hayan cortado las alas, pero me tenéis cuidadoso. ¡Cuidadoso! Estáis demasiado tranquila después de lo que os ha sucedido. ¿Y qué queréis que haga? Que no hagáis nada.
Todo su empeño era que le enseñase palabras de español y, sobre todo algunas de ésta nuestra graciosa Andalucía; pero nunca pudo aprender más que otro toro y vengan esos cinco, frase con que me saludaba todos los días cuando iba a almorzar con él pescadillas y unas cañitas de Jerez. Era lo que le gustaba más.
No es aún hora de almorzar; seguimos la calle de Montmartre hasta la calle paralela á la de Rousseau, y tiramos por ella hácia la plaza de las Victorias, donde mi mujer tenia que comprar algunas frioleras; si bien no son frioleras para mí, puesto que me ponen en un potro, á causa de ignorar sus nombres en francés. Tambien es cierto que los ignoro en español.
Este joven vividor tenía como principio invariable el almorzar siempre en casa. "Si queréis, decía, conservar el estómago, aun haciendo los más continuos excesos en el comer, almorzad en casa todas la mañanas: almorzaréis medianamente, pero eso os salvará."
Montaron de nuevo en él y se trasladaron a la Bombilla. Antes de entrar en el gabinete que les tenían reservado dieron orden para que sirviesen también de almorzar al cochero. Pasaron después, y en un comedorcito agradable con vistas al río hicieron los honores al almuerzo, cuyos platos habían de antemano elegido. El paseo, el aire puro les había despertado el apetito.
¡Qué de fatigas comenzaron para mí! La contestación, si la había, me la traería Paca a la misma hora del oscurecer. Al día siguiente no salí en toda la tarde de casa. Ni a la cervecería quise ir con Villa después de almorzar.
Palabra del Dia
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