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Actualizado: 2 de junio de 2025
Lastimado por la frialdad del público, que no sabía a qué atribuir, no me acordé de ir a almorzar: tan pronto la achacaba a la poca o ninguna afición que hay en España a la literatura, como a la falta de anuncios: unas veces pensaba que en la primavera no es conveniente fundar periódicos; otras me entregaba a la superstición imaginando que no debimos comenzar a imprimir el nuestro en martes.
Dispensa que no viniera a verte ayer, Benito prosiguió Villamelón, sentándose . Pero en este París, ¿me entiendes?, no hay tiempo para nada... Curra te espera a almorzar. ¿Lo sabes?... A las dos: un poco tarde quizá; pero hoy está de servicio con la reina. ¿Me entiendes?
Acababa el duque de Lerma de apurar un almuerzo suculento, y se ocupaba de hacer la digestión cómodamente arrellanado en su ancha y magnífica poltrona, cuando entró su secretario Santos. ¿Qué ocurre, amigo Pelerín le dijo el duque , que vienes tan serio y cuando acabo de almorzar? ¿Tendremos algo extraordinario?
Contestó evasivamente, y a poco se retiraron, no sin que doña Desdémona invitase al joven a pasar en su casa la mañana siguiente. Le enseñaría todos sus pájaros y le daría de almorzar.
Cuando volvió de la calle don Víctor muy contento, cantando trozos de zarzuela, propuso a su mujer, de repente, acceder a la súplica de la Marquesa que los había convidado a tomar café, después de almorzar, para ir juntos a paseo... a ver las máscaras. ¡Quintanar, por Dios!
En ninguna parte pudiérais sentir menos la espera. ¡Ah! las diez... conque hasta las doce. Quede con vosotros Dios. Y Quevedo salió. Toda esta escena, á pesar de que había sido un poco picante, había pasado delante de la negra y del lacayuelo. Servidnos los postres y marcháos á almorzar dijo Dorotea apenas salió Quevedo. Montiño y la comedianta quedaron al fin solos.
Al volver de San Ginés, me encontré con Manolo Moreno, que llegó ayer de Londres. Le he convidado a almorzar». Jacinta fue a su tocador. Aún dormía su marido, y ella se empezó a arreglar. A poco entró una visita, que Jacinta recibió en su gabinete. Era Severiana, que dos veces por semana llevaba a Adoración a que la viese su protectora.
Y he aquí, querido Sarrió, que usted se regocija, allá en las intimidades de su espíritu, con una hecatacombe de esos patos, que son la alegría de un hombre sencillo, que, como San Bernardo, ama todo lo que Dios ha creado. Este buen hombre que es obispo ha convidado a almorzar a Sarrió y Azorín.
¡Algunas empanadas de hostería de esas que no se digieren! exclamó Montiño con desprecio y picado en su calidad de cocinero. ¡Yo daré de almorzar á vuestro sobrino pechugas de ángeles! ¡Ah, ah!... ¡vos tenéis á vuestra disposición pechugas de ángeles!... Pero es el caso que yo necesito á mi sobrino, aunque sólo puedo darle pechugas de ánade.
¡Eres un tesoro, hija mía!... dame un beso... ¿quieres decir abajo que no me aguarden para almorzar?... No me encuentro bien... Cuando me dejo dominar por mi desdichada sensibilidad, me pongo mala, de seguro... Di a Juan que me suba aquí alguna cosa ligera... Lo dejo a tú elección... Ya conoces mis gustos, hija mía. Muy bien, señora. Y Beatriz abandonó el gabinete..
Palabra del Dia
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