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Actualizado: 2 de junio de 2025
El campo, cubierto de escarcha, tenía un aspecto encantado. Juno, extremadamente pálida, estaba tan linda con su traje blanco que no me cansaba de mirarla. Y la comparaba a aquella naturaleza fría y espléndida que ataviada con brillante blancura, parecía haberse puesto al unísono de su belleza. Después de almorzar subió a su cuarto para cambiar de vestido.
En realidad, todo lo que era él: sus empleos generosamente retribuídos, las invitaciones de que se veía objeto, el agrado con que le recibían en todas partes, lo debía á ser el esposo de «la bella Elena». La verás dentro de poco... porque tú vas á quedarte á almorzar con nosotros. No digas que no.
En lo alto del buque vibró la señal de mediodía, un rugido que hizo temblar los pasillos y tabiques del trasatlántico y se dejó absorber sin eco alguno por el sordo infinito del Océano. Las doce: vamos a almorzar. Cerca de la proa vieron algunos pasajeros que señalaban la línea del horizonte, discutiendo con frases breves.
¡Carambas! ¡que no le han de dejar á uno almorzar en paz! Es el tercer día que viene; es una pobre muchacha... ¡Ah, demonios! exclamó el P. Camorra; yo me decía: algo tengo que decir al General, para eso he venido... ¡para apoyar la peticion de esa muchacha! El General se rascó detrás de la oreja.
Les parecía intolerable pasar varios días sin verse. Cuanto antes se reuniesen, mejor, lo importante era salir de la ciudad. Y acabaron por decidir que se reunirían lo más cerca posible: en Valencia. El amor gusta de la audacia. Acababan de almorzar entre las maletas y las cajas, que ocupaban una gran parte de la habitación de Leonora en el hotel de Roma.
Godfrey se levantó y se desayunó más temprano que de costumbre, pero se quedó en el pequeño salón artesonado hasta que sus hermanos menores acabaran de desayunarse y salieran. Esperaba a su padre, quien siempre hacía un paseo con el mayordomo antes de almorzar. Nadie comía a la misma hora por la mañana en la Casa Roja.
...Ahí traigo un montón de cartas... Pues cuando llegamos al «Paso», a eso de las diez, en la esperanza de almorzar algo y esperar la caída del sol, salió a recibirnos Anastasio con su facha patibularia.
Decidieron sondar al muchacho, y cuando bajó a almorzar, le espetaron la preguntita. ¿Crees tú que negó? ¡qué esperanzas! es muy deslavado y tiene una manera de contestar al padre... Que sí, que Susana le gusta mucho, y que si puede que ya lo creo que se casará con ella, pero que todavía, no hay nada serio... ¡Todavía! ¡vaya un consuelo!
Fueron entrando en el comedor amigos entusiastas que antes de ir a almorzar a sus casas deseaban ver al diestro. Eran viejos aficionados, ansiosos de figurar en una bandería y tener un ídolo, que habían hecho del joven Gallardo «su matador» y le daban sabios consejos, recordando a cada paso su antigua adoración por Lagartijo o por Frascuelo.
Una tarde, una hermosa tarde de invierno, de las que sólo se ven en este Madrid, salí de casa después de almorzar con el objeto de hacer algunas visitas y también para espaciarme por esas calles de Dios.
Palabra del Dia
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