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Actualizado: 14 de mayo de 2025


Don Quijote, que le vio ir con denuedo y con brío, le dijo: -Mira, amigo, que no te hagas pedazos; da lugar que unos azotes aguarden a otros; no quieras apresurarte tanto en la carrera, que en la mitad della te falte el aliento; quiero decir que no te des tan recio que te falte la vida antes de llegar al número deseado.

¡Caray si pinta! contestó don Adrián sobándose mucho el codo ; y hasta creo que bien, por lo que he logrado atisbar yo y lo poco que lo entiendo... Pero aguarden ustedes, que es posible que tenga alguna cosilla de esas en el cartapacio de su atril, donde suele guardar las recién acabadas...

Ellas sólo gustan de los conferencistas que recitan versos... Pero quedan los intelectuales del país, los «doctores», que asisten con una hostilidad manifiesta, y al entrar se dicen unos a otros: «Vamos a ver qué nos cuenta ese señor». Luego, a la salida, protestan a coro. «No ha dicho nada nuevo; no hemos aprendido nada, absolutamente nada...» ¡Como si el encontrar algo nuevo fuese cosa de todos los días! ¡Como si un hombre que encontrase algo nuevo en su país fuese a decir a sus compatriotas: «Tengan ustedes paciencia, aguarden un poquito.

1150 Al que es amigo, jamás lo dejen en la estacada, pero no le pidan nada ni lo aguarden todo de el: siempre el amigo más fiel es una conducta honrada. 1151 Ni el miedo ni la codicia es güeno que a uno le asalten, ansi, no se sobresalten por los bienes que perezcan; al rico nunca le ofrezcan y al pobre jamás le falten.

¡Eres un tesoro, hija mía!... dame un beso... ¿quieres decir abajo que no me aguarden para almorzar?... No me encuentro bien... Cuando me dejo dominar por mi desdichada sensibilidad, me pongo mala, de seguro... Di a Juan que me suba aquí alguna cosa ligera... Lo dejo a elección... Ya conoces mis gustos, hija mía. Muy bien, señora. Y Beatriz abandonó el gabinete..

Tomaron los naipes a la salida de Boulogne o de Lisboa, y cuando lleguemos al río de la Plata habrá que gritarles: «Ya hemos llegado; ya estamos en Buenos Aires». Y es posible que aún contesten: «Un momento; aguarden para atracar a que concluyamos la última partida...». ¡Y eche usted copas! ¡Y traiga usted cigarros! ¡Y las más admirables de las señoras, que viven codo con codo entre ellos, juntando su rodilla con la del camarada de enfrente, tragando humo y mirando las cartas con ojos de bruja hambrienta!...»

Pero antes de dársela, les ruego que me aguarden aquí algunos instantes. Trataré de ser breve, para que la curiosidad no les pique mucho tiempo. Y salió del comedor. ¿De qué se trata, doña Martina, de qué se trata? preguntaron a una voz todos. Señores, yo no lo tampoco repuso ésta, dejando no obstante adivinar en sus ojos gozosos que lo sabía perfectamente. Vamos, Martinita, dígalo V.

Palabra del Dia

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