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Actualizado: 22 de julio de 2025


Desterróse en él para siempre á centenares de familias, condenóse á mas de quince mil hombres á andar errantes y desnudos por las costas de Africa. ¡Pobres proscritos! Los hubo que tuvieron que ir á buscar un albergue en el Egipto, conquistando á fuerza de armas la ciudad de Alejandría. ¡Cuántos entre estos no perecieron en el camino de hambre y de fatiga!

Aquello era un verdadero hervidero del bajo fondo social porteño: allí se barajaban todos los vicios y todas las miserias humanas, y allí encontraban albergue todos los desgraciados, que aún tenían un escalón que recorrer antes de llegar a los caños de las aguas corrientes que, apilados allá en el bajo de Catalinas 20, ofrecían albergue gratuito.

Sea como fuere, á nuestros caminantes les pareció cosa tan chica, que se temiéron no hallar posada cómoda, y pasáron adelante como hacen dos caminantes quando topan con una mala venta en despoblado, y siguen hasta el pueblo inmediato. Pero luego se arrepintiéron el Sirio y su compañero, que anduviéron un largo espacio sin hallar albergue.

Le bastaba con la vanidad de haber fabricado un riquísimo estuche para albergue de su pereza. El príncipe la encontró en un saloncito del piso bajo. Verdaderamente, le recibía con absoluta confianza. Iba vestida con una túnica negra de su invención, mezcla de peplo y de kimono. Los brazos se escapaban desnudos de esta seda floja, que parecía vivir apretándose sobre su cuerpo.

Tanto por los vacíos que la muerte y el tiempo han ido haciendo en torno mío, como cuando al dirigir mi vista allá, en el fondo, bajo los tilos, para ver si alcanzo a distinguir los vestidos blancos de los pequeñuelos, o cuando escucho para ver si oiré, como otras veces, las alegres voces de mis hijos al encontrar alguna flor o algún insecto entre sus espesuras. ¡Qué le he dado yo a Dios para que me diese en propiedad este rincón de tierra y esta casita, de los que algunas veces heme avergonzado por su aridez y su insignificancia, pero que constituyeron el albergue dulcísimo de mi numerosa familia! ¡Ah! ¡Que sea El bendito, mil veces bendito este nido, y que después de pueda abrigar aún a todos aquellos que me sucedan!

Todo se me figuró ser negro; las chozas, el suelo cenagoso, los canes hambrientos y el populacho abyecto. Regresé a mi albergue, donde arrieros, mongoles y criaturas piojosas, me miraban con asombro. Tiene vuestra merced razón. Es mala ralea. Mas no hay peligro; yo maté, antes de partir, un gallo negro, y la diosa Kaonine debe estar contenta.

Á pesar de lo viejo, de lo contrahecho y sombrío que era, no me pareció un sueño extravagante la idea de que yo podía gozar también de esta simple felicidad, esparcida en todas partes, y de que toda la humanidad puede disfrutar. Y por eso, Ester, te albergué en lo más recóndito de mi corazón, y traté de animar el tuyo con aquella llama que tu presencia había encendido en mi pecho.

Lázaro cruzó ante ellos sin detenerse, pidió albergue, ajustó una mula para ir hasta su pueblo al otro día, y, encerrándose en un estrecho cuarto, se dispuso a pasar la noche. Caía la tarde.

En los establos de aquellas pacíficas bestias daban albergue a Pulido los honrados lecheros, gente buena y humilde. Una hermana de la burrera vendía décimos por las calles, y un tío del burrero, que tuvo el mismo negocio en la misma calle y casa, años atrás, se había sacado el gordo, retirándose a su pueblo, donde compró tierras.

Humilde albergue mio: líquidos arroyuelos, hijos de estas montañas despeñados: bosque puro i sombrío: claros y hermosos cielos, eternos reyes de estos bellos prados: árboles empinados, plumajes de colores donde toman las flores su alegre primavera: apacible ribera, claro espejo del dia, ya vuelvo á vuestra santa compañía.

Palabra del Dia

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