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Actualizado: 16 de junio de 2025


Luego indicó con sus ojos a la inglesa, que permanecía tiesa y grave durante esta ceremonia, sin la cual ninguna joven bien nacida puede cruzar su palabra con un hombre: «Miss Gordon, doctora de la Universidad de MelbourneLa miss alargó su manecita enguantada de blanco y sacudió con una rudeza gimnástica la diestra de Febrer. Sólo entonces se decidió a hablar.

El venerable veterano se levantó inmediatamente que nos vió entrar, y nos alargó una mano trémula; pero que aún conserva el santo calor del cariño. No habiamos terminado los primeros cumplidos, cuando el viejo tenia los ojos arrasados en lágrimas.

Después, haciendo una mueca de fingido desdén, se lo alargó otra vez diciendo: Toma, toma, embustero. Pero antes de llegar a manos de Gonzalo, Cecilia extendió la suya y se lo arrebató riendo. ¿Qué papelitos son ésos? Venturita, como si la hubieran pinchado, brincó en el asiento y sujetó fuertemente la muñeca de su hermana.

La lectura de los primeros renglones le alarmó: luego se puso pálido, comenzaron a temblarle las manos, nubláronsele los ojos, como si a despecho de la entereza varonil quisieran brotar las lágrimas, y por último, dejándose caer sobre una butaca, alargó el papel a su amigo, mientras decía entre sollozos: Entérate. ¡Pobre Felisa mía! Pepe leyó en voz alta.

Yo no soy de las que se muestran ingratas y penetrada de agradecimiento hacia usted, estoy dispuesta á darle la prueba que me pida. Los ojos de Tragomer se turbaron, temblaron sus labios, quiso hablar y no pudo. Alargó tímidamente la mano y permananeció inmóvil y mudo, con el pecho agitado por una emoción indescriptible.

La deducción no era muy lógica que digamos, pero don Jacobo pasó por ella, y alargó la cantidad al peticionario. El cuento de la parienta está muy gastado añadió a modo de comentario. ¿Por qué no dices que quieres reponerte jugando al faraón? ¡Ya sabemos que no estás casado!

Y, empujado por irresistible movimiento, fue a colocarse, casi oculto, tras la misma columna. De esta suerte, cuando Beatriz se halló a pocos pasos y Gonzalo se adelantó a ofrecerla el agua bendita en los dedos, Ramiro mojó a su vez, brevemente, los suyos, y los alargó también hacia ella, con gesto imperioso y tranquilo.

Pero no quiero irme sin darte una limosna y un consejo. La limosna en esta. Toma, para ayuda de un panecillo». Alargó la mano ofreciéndole dos duros, y viendo que el otro no los tomaba, púsolos sobre una de las sillas. «El consejo allá va. no vales absolutamente para nada. No sabes ningún oficio, ni siquiera el de peón, porque eres haragán y no te gusta cargar pesos.

Cuando iba a contestar a las últimas palabras de la orgullosa heredera, los ojos del conde, derramando una mirada distraída por el salón, tropezaron con otros que se le clavaron lucientes y celosos. Alargó la mano a su amiga y con sonrisa forzada dijo: ¡Qué mal me estás tratando, Fernanda! Como siempre, por supuesto... Yo, sin embargo, ya sabes... el mismo devoto idólatra. Hasta ahora.

Y con las alabanzas de los inteligentes crecían los deseos de mi amigo. «¡Remoño, no seas cabezota!... Dámelo por cuatro, que es lo que valeDeseaba ponerse majo al bajar a tierra; hablaba de cierta chica de su pueblo que estaba sirviendo en Buenos Aires... Al embocar el río de la Plata casi lloraba de rabia. «Me alargo hasta cinco.

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