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Actualizado: 16 de junio de 2025
Como si contara ya con ella, dijo muy sosegadamente a su amigo: Cosa de nada, por supuesto, sin consecuencias... Un dolor de cabeza repuso don Alejandro, mirando de hito en hito al otro , que cogió esta mañana... ¿En dónde? preguntó don Claudio después de carraspear. En el paseo respondió Bermúdez, sin dejar de mirar a su amigo . Le alargó algo más que de costumbre, y volvió un poquito sofocada.
Ramiro sonriose. El canónigo sacó entonces una moneda de plata y se la alargó a la mujer. La morisca tomola temblando y comenzó a alejarse lentamente. Un instante después, maestro y discípulo escuchaban el rodar de la moneda sobre los guijarros.
Alargó su aristocrática mano con ademán digno de su tocayo Pedro el Grande de Rusia, y Josefina posó sobre ella sus labios temblorosos y se fue. No estaba muy conforme aquel varón excelso con que su esposa criase con tal mimo a una expósita, pero lo consentía porque lisonjeaba su vanidad. Amalia le había dicho, sabiendo dónde le dolía: Criarla para doméstica lo haría cualquiera en Lancia.
La imperial señora lo alargó inmediatamente a su hija Recareda y ésta se apresuró a llevarlo con la misma unción que si fuese una reliquia a la caja donde su madre guardaba los manuscritos más preciosos. Mi colección de autógrafos se dignó decir la señora, paseando su mirada imponente por el concurso es acaso la más rica que hoy existe en Europa.
La mazmorra estaba oscura, mas por la puerta entraba la última claridad del día, y las dos mujeres allí encerradas se podían ver y se veían, aunque más bien como bultos que como personas. Mauricia alargó las manos con ansia hasta tocar la botella, pronunciando palabras truncadas y balbucientes para expresar su gratitud; pero la monja apartaba el codiciado objeto. «¡Eh!... las manos quietas.
El militar tendió una mano al realista, que alargó dos dedos fríos y huesosos, y salió de la sala; al llegar á la puerta, quiso entablar de nuevo la conversación; pero la reverencia que le hizo la joven acabó de desesperarle. Salió, y se paró fuera otra vez. No olvide usted lo que le he dicho. Usted no puede vivir de esta manara dijo, bajando el primer escalón. Es preciso que usted...
Márchese V., buen hombre... exclamó entonces uno que hasta lloraba. Yo hice también señas al segador de que se fuese al instante. El infeliz se levantó lentamente. Pronto... ¡Márchese V.! repitieron todos, volviéndole la espalda. El segador alargó la mano maquinalmente. ¿Te parece poco? El pobre padre se alejó llorando, y á poco desapareció.
Miquis intentó abrazarla. Isidora había despuntado un casquillo con intención de comérselo. Variando de idea al ver las facciones de su amigo tan cerca de las suyas, alargó un poco la mano y puso el pedazo de naranja entre los dientes de Miquis.
Cuando llego a Madrid está cayendo un agua menudita, cernida, persistente. Son las ocho. El cielo está sombrío. Entro en mi cuarto, sin aliento, fatigado. Dejo la capa y el sombrero. Voy a acostarme un rato. Y al ir a entornar las maderas del balcón veo sobre la mesa un papel azul. Un papel azul doblado y cerrado no puede ser más que un telegrama. Yo alargo la mano.
El angelote se empinó en la punta de los pies para alcanzar mejor el dinero, alargó a la vez ambas palmas, y las sumergió en el mar de cobre.... Las paseó mucho rato por la superficie sin osar cerrarlas.... Por fin hizo presa en un puñado de ochavos, y entonces apretó el puño fortísimamente, con la intensidad propia de los niños, que temen siempre se les escape la dicha por la mano abierta.
Palabra del Dia
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