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Actualizado: 2 de mayo de 2025


Como santa promesa, allá, en la proscripción, brilló animando su corazón de bronce a la pelea. Lo recordaba: desolado, loco, la vió llorar, se estremeció a sus quejas, y sintióse morir con sus angustias, y sintióse ahogarse con sus penas... Nadie estaba en redor; ¡nadie...! tan sólo unas sombras muy lúgubres, muy densas, unas sombras que todo lo envolvían, porque la podre horrible no se viera.

En el mismo momento, Mauricio y Herminia, un poco inquietos al ver lo que duraba la conferencia, abrieron la puerta del salón. El espectáculo que se ofreció á sus ojos era de tal modo sorprendente, que permanecieron inmóviles: la señorita Guichard y Roussel se abrazaban, y no para ahogarse, porque ambos reían con algo de enternecimiento. Venid, hijos míos, dijo Roussel.

Que no tienen por gusto el ahogarse, Discreta gente al parecer en esto, Pero valioles poco el esforzarse. Que el padre de las aguas echó el resto De su rigor, mostrandose en su carro Con rostro airado y ademan funesto. Quatro delfines, cada qual bizarro, Con cuerdas hechas de tegidas obas Le tiraban con furia y con desgarro.

El Magistral respiraba con fuerza, como aparentando ahogarse en aquel ambiente de necedad.... Quiso marcharse, sin ver a ningún clérigo ni seglar de los que esperaban en la antesala y en la oficina contigua... pero no pudo defenderse de las invasiones; el señor Carraspique asomó las narices por una puerta.... ¿Se puede? «¡Era Carraspique!». Adelante, hubo que decir.

Vino, seis años hará, una familia de muy lejos, con dinero abundante y dispuesta a bañarse y a pasar aquí una larga temporada. Por de pronto, le costó Dios y ayuda encontrar hospedaje, y ese malo. Al día siguiente estuvieron a punto de ahogarse la señora y sus dos hijas, por no haber hallado a ningún precio quien se prestara a servirlas de bañero, y no saber ellas dónde se metían.

Estaban casi sin sentido, en pie, en mitad del paseo; deliraba; la luna y la tiple se le antojaban en aquel momento una misma cosa; por lo menos, dos cosas íntimamente unidas.... Volvió a creer, como la noche del primer préstamo, que le faltaban las piernas; en suma, se sentía muy mal, necesitaba amparo, mucho cariño, un regazo, seguridades facultativas de que no estaba muriéndose. «Iba a ahogarse de enternecimiento; esa era la fija», pensaba él.

Por último, si bien tenía abierto el balcón, por ser verano, le parecía que iba a ahogarse allí por falta de aire, y que el techo le pesaba sobre la cabeza, y que para respirar necesitaba de toda la atmósfera y para andar de todo el espacio sin límites, y para alzar la frente y exhalar sus suspiros y encumbrar sus pensamientos, de no tener sobre sino la inmensa bóveda del cielo.

Lo que no me llenó en el primer momento fueron los ojos. Eran demasiado soñadores, de color azul demasiado pálido para esa criatura exuberante de vida. Parecían ahogarse en éxtasis; sin embargo, los párpados, medio bajos, dejaban escapar una mirada inquieta, recelosa, como la que tienen los perros malos a quienes se castiga con frecuencia.

Piense que el marqués tratará con nosotros como padrino, y por ser experto en esto de los duelos tal vez dirija el combate. El estanciero empezó á reir, dando nuevos golpes en las piernas de su amigo. Fué tal su risa, que en ciertos momentos se llevó una mano á la garganta como si temiera ahogarse.

No obstante, algo había que no se atrevía a manifestar, por no tener la seguridad de ser bien comprendida. Ni Segunda ni José Izquierdo lo comprenderían tampoco. Y como le era forzoso echar fuera aquellas ideas, porque no le cabían en la mente y se le rebosaban, tenía que decírselas a misma para no ahogarse. «Ahora que no temo las comparaciones. Entre ella y yo, ¡qué diferencia!

Palabra del Dia

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