Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 21 de junio de 2025
Siendo médico aquí, había que estar bien con ellas, so pena de perecer y no tener una visita. Yo iba con mucha frecuencia a casa de tu abuela, que por entonces se había quedado viuda. Tu abuela tenía en casa una muchacha, que era ahijada suya, y a quien llamábamos la Shele. Yo bromeaba mucho con ella cuando iba a a tomar café a Aguirreche. ¿Qué hay, Shele? la decía. Nada, señor médico.
Isidora dormía, al parecer, sosegadamente; D. José, que desde algún tiempo antes se había sometido a un meritorio régimen de sobriedad en alimento y lecho, se recostó vestido en un sofá de paja, frontero a la cama de su ahijada, el cual le servía de punto de acecho o vigilancia para no perder ni el más ligero movimiento de la enferma. Toda la noche ardía una vela, puesta dentro de una jofaina.
Carmen y Lucía son mellizas, muy lindas ambas y bastante vivaces, sobre todo Lucía, mi ahijada. Apenas cuentan 16 años. A Estefanía, mi hermana, le urgía mucho esta presentación. Yo la decía con frecuencia que me parecía pronto para lanzar a las niñas al torbellino del mundo.
Con esa sonrisa me has llevado donde has querido. Y como Luisa le sonriera nuevamente, Juan Claudio y su ahijada se besaron. Pues bien dijo Hullin dando un suspiro ; veamos si los paquetes están bien hechos.
En nuestro país no suele ser ningún desdoro el que una muchacha entre a servir en una casa del pueblo. Además, la Shele, como digo, era pariente y ahijada de mi madre. Su situación en mi casa podía considerarse intermedia entre criada y pariente pobre.
Estas eran las veneradas matronas con quienes iba á vivir nuestra pobre amiga Clara; y en la posición en que las hemos descrito se hallaban cuando Elías, trayendo de la mano á su ahijada, entró en la sala, y se paró ante las tres damas, haciendo una profunda reverencia.
«¿Tus pendientes?... Espera, te vas a hacer daño. Yo te los destornillaré». Y con suma delicadeza realizó la operación, gozoso de que sus dedos jugaran, siquiera por un momento, con los pulpejos de las orejitas de su ahijada. «Ya están aquí. Pongámoslos en el estuche. Estos te los regaló cuando vino al mundo Riquín. Por estos te darán... darán...».
¡Mire que es de judíos lo que hicieron con Doña Sabelita! ¡De la misma cabecera de la difunta la echaron a la calle arrastrándola por los cabellos! ¡Y con qué palabras, Madre de Dios! ¡Ni siquiera la dejaron abrir el arca de su ropa para ponerse una pañoleta de luto! ¡Como no se halló nada en la casona, sospechaban que la ahijada tuviese escondido dinero y alhajas!.... DO
Don José, que no había visto a Isidora desde la edad de seis meses, no podía, por el rostro de ella, discernir si era cierto o falso lo que afirmaba su pariente; pero por costumbre siguió llamándola ahijada, y desde entonces comenzó el cariño de que tan grandes pruebas diera más tarde.
Yo me pongo en su caso...». Después de sondear su alma y de pensar atropelladamente diversas cosas, Isidora dijo esto a su buen padrino: «Debe usted marcharse... Yo no voy a casa todavía. ¡Marcharme!, ¡dejarte sola!... Tú estás loca replicó él no sabiendo renunciar al goce indecible de estar al lado de su ahijada. Es que no puedo ir a casa todavía... Márchese usted, que si no le reñirá D.ª Laura.
Palabra del Dia
Otros Mirando