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Actualizado: 5 de mayo de 2025
Además de contar con su rarísimo mérito, estaba agarrado a muy buenas aldabas. Viudo hacía ya más de veinte años, tenía una hija de veintiocho, que había sido la más real moza de todo el lugar, y que era entonces la señora más elegante, empingorotada y guapa que en él había, culminando y resplandeciendo por su edad, por su belleza y por su aristocrática posición, como el sol en el meridiano.
Sagrario fue también, a instancias de su tío, que tuvo casi que arrancarla de la máquina. Algún rato de esparcimiento había de gozar; la convenía asomarse al mundo de tarde en tarde; se estaba matando con aquella vida de abrumadora laboriosidad. Todos se sentaron en la galería. El zapatero había llevado a su mujer, siempre con un pequeñuelo agarrado a la flácida ubre.
Gracias, caballero dijo Leonora saludando con una mano que al moverse lanzó relámpagos azules y rojos de todos los dedos cubiertos de sortijas. Repito lo mismo que dije a nuestro amigo. Pase usted adelante y perdone el modo extraño con que le hago entrar en la casa. Rafael estaba en pie y saludaba con torpes movimientos de cabeza, agarrado a los hierros del balcón.
Libro Tercero: Capítulo III: En que prosigue la misma materia, hasta dar con todos en la cárcel. Entró Merlo Díaz, hecha la pretina una sarta de búcaros y vidros, los cuales, pidiendo de beber en los tornos de las monjas, había agarrado con poco temor de Dios.
Puesto que el dependiente mayor, Antonio Cuadros, se había casado con Teresa, la criada, y por tener algunos ahorrillos pensaba establecerse, que se quedara con la tienda y con don Eugenio, que quería acabar su vida agarrado a ella como una lapa.
Debía, en su caída, haberse agarrado de los montantes de la parihuela sobre la cual habían puesto a la muerta y arrastrado todo consigo, pues, sobre él, entre tablas rotas, el cadáver estaba extendido, en su larga camisa, con su rostro helado sobre el de Roberto, y los desnudos brazos sobre la frente de éste. En ese momento, Roberto recuperó el sentido y se enderezó.
Con la frente bañada en un sudor frío, los ojos extraviados y agarrado fuertemente al árbol, parecía hallarse en presencia de un espectro. Su agonía se prolongó cerca de media hora. Por último, la voz femenina pronunció un adiós y dejó de escucharse. Octavio pudo ver una figura breve y gentil que se deslizaba por la huerta y desaparecía.
Había días en que el silenciario sonreía satisfecho viendo a Gabriel de buen color y oyendo con menos frecuencia su tos dolorosa. Muchacho, eso va bien decía alegremente. Sí contestaba Gabriel ; pero no te forjes ilusiones. Estoy bien agarrado.
Aquel ser misterioso, risueño y juguetón sólo se presentaba una vez en el camino. Había que cerrar los ojos y seguirle agarrado a la mano de la mujer que ofrecía.
Tristemente fue Luis hacia ella para verse agarrado por unos brazos que le apretaron convulsivamente y sentir una boca ardorosa que buscaba la suya, implorando perdón, al mismo tiempo que en una mejilla recibía la tibia caricia de las lágrimas. Di que me perdonas; dilo, Luis, y tal vez no me muera.
Palabra del Dia
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