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Un día, digo, llegó el señor de Kerveloch, conducido por un amigo de mi tío. Viéndole entrar, adiviné que traía intenciones, y supuse también que le gustaría a Blanca, porque tenía todas las cualidades que ella pretende en un marido.

No podía hacerlo de otro modo, aunque sólo fuera por buena educación. , por eso contestó Freya sencillamente . Adiviné que me esperaba para hacerse el encontradizo, y no quise entrar en el comedor... Le advierto que siempre haré lo mismo. Ulises lanzó un «¡ahde asombro... Ninguna mujer le había hablado con tanta franqueza.

Esa voz agria la estoy oyendo desde entonces: la oiré siempre, en mis mejores instantes, si continúo aquí. ¿Y la mirada de sus ojos?... Adiviné todos sus insultos mudos, la comparación rápida que hizo entre su miseria y mi aspecto de hombre fuerte y bien cuidado. Yo era para él un cobarde que pasea con mujeres, mientras los hombres están con los hombres, dando su vida por algo importante. ¡Bah!

Dos hombres con grandes sombreros de palma se acercaron al carruaje: dos mocetones de cara aviesa, que nunca había yo visto. Pero también los adiviné. Eran de los que esperaban del general «una palabrita nada más». Iban á suprimir, indudablemente, al ingeniero.

Pues mirad, yo me había irritado con vos y con él... en el momento que supe que habíais herido á don Rodrigo. ¿Por amor á don Rodrigo? No, porque vi... porque adiviné la verdad. Que don Rodrigo había caído á causa de la reina... y me dije: me han tomado por juguete.

, por tu parte, también te veías forzado á esperar, y buscabas en mi persona un recreo agradable... Un día comprendí que me interesabas verdaderamente, como ningún otro hombre me había interesado... Adiviné que iba á amarte. ¡Mentira!... ¡mentira! murmuró la voz de Ferragut descendiendo rencorosa hasta la mujer. Di lo que quieras, pero así fué... Amamos según el lugar y el momento.

, señor, contestó sin el más leve asombro de vanidad Amparo; cuando leí lo que en aquellos papeles estaba impreso y vi que eran billetes de banco... dinero, adiviné que aquel dinero venía de usted. Y bien, ¿qué? Necesito saber con qué objeto se ha desprendido usted de esa cantidad. ¡Bah! ¡bah! ¿Con qué objeto?

Y bien... , le amo... le he visto galán, apasionado, respetuoso, valiente; me ha acompañado anoche por calles obscuras, lloviendo, teniéndome en su poder, y ha sido un modelo de caballeros... me ha obedecido... después, cuando ha venido á palacio á traer esas cartas que había arrancado á don Rodrigo... cuando le vi... cuando en su semblante conmovido adiviné un parecido vago con una ilustre persona... de que no podía darme cuenta... en fin, padre Aliaga... no ... yo me he visto asediada, acaso más que por otra cosa, por mi fama de esquiva, por lo más ilustre, por lo más noble, por lo más hermoso de la corte... el mismo rey... os lo digo, porque lo sabéis... me ha solicitado... ni á los grandes que me han querido para esposa, ni al rey que me ha ofendido pretendiendo hacerme su entretenimiento, he dado ni el más ligero motivo de esperanza; y no me ha costado trabajo, no: porque yo no he amado... hasta ahora... porque yo, para disponer de , no miraré jamás mi conveniencia, sino mi voluntad, mi corazón.

No qué ligero ruido, un suspiro acaso, me hizo volver la cabeza, y, en la obscuridad, adiviné, más que vi, a Máximo a mi lado. Cuando vio que estaba despierta, me apoyó dulcemente la mano en la frente y me dijo: ¿Le duele a usted aún? Casi nada; pero ¿por qué está usted ahí en la obscuridad, en vez de pasearse con mi padre y el médico? ¿La contrarío a usted?

De vez en cuando se abría con estrépito un balcón, y se veía una mano blanca que arrojaba a la calle algo envuelto en un papel; el hombre de la campanilla se bajaba a cogerlo, arrancaba el papel, y eran también monedas que inmediatamente introducía en el cajoncito verde: cuando levantaba la vista al balcón, estaba ya cerrado. Lo adiviné todo.